lunes, 23 de mayo de 2011

Sujeto de la Educación Inicial - Unidad 1- Reflexión final sobre niñez y consumo

ALGUNAS LÍNEAS PARA EL DEBATE
(TRANSCRIPCIÓN DE LA REFLEXIÓN FINAL DEL LIBRO DE SANDRA CARLI)


A modo de cierre, resulta pertinente explicitar unas líneas de pensamiento sobre la infancia y sus consumos culturales factibles de ser discutidas y refutadas, modificadas y enriquecidas. Dichas líneas, que retoman gran parte de lo ya tratado, no agotan por supuesto todo lo que hay que decir sobre esta temática, pero al menos pretenden evitar dejar una vez más la página en blanco cuando se apunta a subrayar algunas cuestiones fundamentales acerca de un campo sobre el cual hay un gran vacío por cubrir.
Como se planteó anteriormente, los niños de hoy son avasallados por unos productos y expresiones culturales generados por industrias y empresas multinacionales que relegan toda otra expresión a la imposibilidad de producirse o, en el mejor de los casos, a circular por canales de acceso restringido. Esto supone al menos dos formas de compromiso posibles por parte de los adultos interesados en mejorar el estado de cosas. En primer lugar, la responsabilización como ciudadanos ante la complicidad del Estado y el mercado para promover ese avance indiscriminado. Si los creadores quedan reducidos a meros proveedores de contenidos, si los grandes conglomerados abarcan todos los espacios y estrategias posibles para vender sus productos y condenan a los proyectos independientes – muchos de ellos comprometidos con el objetivo de brindar a la infancia productos artísticos, educativos y de entretenimiento de calidad – a recursos escasos y canales de difusión y circulación sin llegada masiva, los horizontes de la oferta cultural infantil se estrechan y sólo quedan unos cuantos productos repletos de pauta publicitaria y con contenidos esquematizados, previsibles, repetitivos e incluso banales. Desde el Estado, pero también como ciudadanos preocupados por las nuevas generaciones y sus posibilidades concretas de libre desarrollo, habría que analizar las vías de acción disponibles y aquellas que deben ser creadas.
En segundo lugar, desde los lugares de padres y educadores es posible intentar dos modalidades de acción: por un lado, brindar a niños y niñas acceso a productos culturales variados, saliendo muchas veces de los soportes y canales convencionales. Teniendo en cuenta las imposibilidades materiales y simbólicas que pueden operar en contra de esta vía, tal vez sea más sencillo desde la escuela promover la difusión de producciones y expresiones que en ocasiones no requieren un desembolso económico considerable (por ejemplo asociarse a una biblioteca barrial o asistir a un espectáculo o una exposición gratuitos o de colaboración opcional). Por otro lado, sea a partir de una educación en medios sistemática o de la introducción de contenidos transversales, asumir la necesidad de ofrecer a los más pequeños una formación crítica  que les permita ampliar sus horizontes de elección en sus vínculos con la cultura de su tiempo. Una educación que apunte a formar, no pequeños críticos del arte y de los productos de la cultura popular recluidos en fríos laboratorios alejados del placer, sino fundamentalmente pequeños ciudadanos conscientes de sus derechos y de la necesidad de accionar toda vez que quiera defenderse el propio ejercicio de la libertad de decidir sobre aquello con lo que reír, gozar, cultivar, imaginar, crear, entretener, reflexionar, crecer.

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