jueves, 14 de marzo de 2024

Evolución del dibujo infantil





Evolución del dibujo en el niño y su inclusión en la clínica.
Ps. Patricia Gagliardi


Título:
TRAZOS MÁGICOS



El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?...
Beppo de J.L. Borges



    




    Dibujar es realizar un acto gráfico en el que se espacializan  marcas en un soporte. Estas marcas no se inauguran en el papel sino que tanto en el consultorio como en la vida  un niño va dejando sus huellas. Antes del primer trazado lo hace con roturas, gritos, saliva, etc., por todos lados. Cuando el niño llega a hacer trazos en la hoja es porque todos estos caminos de escritura ya se han realizado en otra superficie. El niño es un ser marcante, ser de marca, demarcado por las marcas que es capaz de escribir[i].
    Cuando el niño llega a consulta lo hace por desencuentro con los adultos, está inmerso en un vínculo asimétrico niño-adulto. El discurso paterno/materno que explica esta asimetría está centrado en el niño pero cargado de subjetividades. En este escenario intervenimos con el objetivo de  integrar y respondernos quién es ese niño para esa familia, para la escuela o para quien lo solicite.
    La tarea con un niño se torna singular en relación a la del adulto. El discurso del niño se caracterizará por un decir particular que se integra tanto con el cuerpo que su gesto puede hasta ser oído, su cuerpo habla y de ahí nuestra esmerada mirada.
    Otro hacer del niño es el lúdico donde su cuerpo se pondrà al servicio para mostrarnos las propias versiones sobre él y el entorno.
    Por último un  hacer que tiene especial dedicación en este trabajo es el gráfico. Aquí el cuerpo pierde el protagonismo y sirve de impulso previo, el cuerpo se transfiere al papel y aparece un trazo buscando la figura. En el juego no hay código pero en lo gráfico hay ciertas formas convencionales que ordenan la mirada. Subyace un deseo de transmitir sus fantasías y para ello se apropia de las formas gráficas convencionales culturales. Esta apropiación presenta ciertos rasgos comunes en todos los niños desde el garabato hasta la escena con perspectiva y al mismo tiempo es único.
    En un acto gráfico se pretenden plasmar representaciones. Su comienzo es el garabato y este acto, primero, se inscribe en un momento especial del psiquismo, momento en el que el niño explora todo e intenta controlar realidades.  Alrededor de los 18 meses es cuando al poder apretar el lápiz disfruta de una actividad kinestésica que en un accionar sin control marca una superficie que es un objeto que esta en el afuera, ya sea papel, pared, pizarra, etc. Allí queda una marca, una presencia que le otorga al acto gráfico una importancia como acto en sí, y la hoja no diferenciada aún como cuerpo simbólico, se transformará en la prolongación del propio accionar.
Este primer mamarracho tiene ciertas particularidades que lo convierten en algo mágico, como dice el título del presente trabajo, y como seguramente lo habrá considerado el hombre prehistórico que por primera vez marcaba  una superficie. ¿Qué hace el niño cuando hace este mamarracho? En primer lugar no puede dar cuenta de lo que hace, hay una compulsión en esta escritura, hay una continuidad sin forma y si tiene posibilidades de utilizar diferentes colores los utiliza, y sobre todo es único e irrepetible. Cada garabato marcará una diferencia con el anterior y hará emerger una nueva dimensión. Es la mano la que se hace trazo y el trazo sale del cuerpo, cuerpo en el que las caricias han trazado el mismo mamarracho y que luego es traspuesto en el papel.
     En este primer tiempo el objetivo es apropiarse del espacio. La mirada del niño se detiene sobre la huella que su mano ha dejado, el gesto ha sido capturado por la hoja y se ha hecho visible. Comienza a repetir y la primera transformación sucede en el control del movimiento, construye límites, puede interrumpir el trazo, hacer líneas y círculos, mezclar formas y repetirlas hasta estabilizarlas.
    Este niño ya dispone de un recurso para generar presencia. La fascinación está en la transformación que se va produciendo por sus trazos y en la perdurabilidad, queda allí, afuera y todo ocurre frente a sus ojos. Ha conquistado el espacio y posteriormente la forma. Su siguiente etapa es la conquista de la significación. Una vez que puede reproducir el círculo y líneas en diferentes posiciones, incluyendo la cruz, comienza a recombinarlas, combina círculos con rayas y puntos interiores para representar caras.  Estas formas simples se convierten en significativas en la medida que les coloca nombres. Comienza a reproducir el clásico monigote, aunque esta estructura no es única de la figura humana, sino que lo aplica al sol, flores, etc, representando estructura radiadas y articulando la noción de continente y contenido.
    La apropiación del espacio le sirve para crear un espejo. En estas circunstancias es el cuerpo el que crea el espejo y no el espejo el que crea la imagen. En la medida en que el niño prepara su espacio gráfico lleva allí la realización del deseo. El dibujo se vuelve una escritura en imágenes y compleja. Remite al objeto exterior, es signo del sujeto y es un objeto en sí mismo.
Para que un niño pueda hacer un monigote tiene que estar constituida la Imagen Corporal, esto no significa que sea la imagen que se dibuja.  El esquema corporal es el mismo para la especie y es de acuerdo a la edad, es decir, es un grupo de representaciones del cuerpo en el espacio y va a cambiar con la maduración y el desarrollo de los procesos simbólicos. En cambio la imagen del cuerpo es propia de cada uno, ligada a su historia, por ende es inconsciente. Doltó define: “la imagen del cuerpo es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales… se la puede considerar como la encarnación simbólica inconsciente del sujeto deseante… antes de que pueda decir yo”. Esta imagen corporal existe desde la concepción y al cruzarse con el esquema corporal es que puedo comunicarme. El esquema corporal puede ser independiente del lenguaje y es evolutivo en tiempo y espacio. La imagen corporal está mediatizada por el lenguaje, se ha fundado en el lenguaje como una red de seguridad con la madre. En la medida en que la experiencia del espejo es reconocida como tal y queda integrada, las representaciones de persona se modifican. Es la imagen corporal la que crea la imagen del espejo, por ello, esta imagen escópica cobrará sentido si está con una persona a la que el niño también pueda reconocer en ese espejo, que pueda ver como se duplica. Que el niño encuentre un espejo a su paso no implica que accederá a ver “su” imagen. Si no es habilitada desde el lenguaje será simplemente una vivencia visual  al modo del gato de Borges.
    Esta experiencia aporta una modificación al dibujo.  En el dibujo aparece el personaje que el niño quiere que el espejo le devuelva y la imagen del cuerpo es acorde con su narcisismo. Le comienza a dar a las imágenes atributos masculinos y femeninos si es que está orgulloso de su sexo y exponiendo así las redes identificatorias. Aparecen accesorios y objetos para valorizarlo.
    Paralelamente a este completamiento del cuerpo se va conformando paulatinamente el reconocimiento de las relaciones espaciales. En la hoja aparecen figuras diseminadas por todos lados, hasta que alrededor de los cinco años se alinean sobre una línea de base y se completa con un cielo.
    Hay una primera organización vertical que está relacionada con nuestra posición corporal y la dirección del crecimiento. Las figuras logradas se recategorizan de acuerdo a sus características: alto-bajo, etc. Se destaca la ausencia de temporalidad.
    Un niño de siete años ya tiene que haber logrado la línea de base y hasta es común que persista más adelante.
    A partir de los ocho años hay un reordenamiento del dibujo en función del tiempo y del espacio. Aparece la profundidad, los planos y las distancias. Aquí hay una escena dibujada, una secuencia, en esta temporalización se muestra el acontecimiento. Hay un antes y un después y el dibujo se vuelve un RELATO, un relato gráfico.

  
    Lo anteriormente expuesto tiene una linealidad, desde lo evolutivo en el niño tiene un orden de sucesión, aunque  no una edad fija. Según las condiciones de instalación en la hoja que ha tenido el niño podrá transitar esos distintos momentos, condiciones que ineludiblemente se reflejarán y harán surgir nuestras preguntas.
    El camino a recorrer para que se plasme un dibujo es vasto, se armó de miradas, palabras, caricias, movimiento, juegos, espejos, deseos……Si en la clínica nos encontramos con un niño que no puede dibujar, no porque se niega caprichosamente, sino que hay una imposibilidad de hacerlo y no dibuja, nos da la certeza de que hay algo grave, hay allí una falla de la simbolización, hay algo ausente en este camino.
    Ricardo Rodulfo en su libro “Dibujos fuera del papel” expone el caso “la niña de la tiza”, así llamada por él, porque esta niña, en el consultorio inicia junto a su madre, se aleja de ella, se conduce a un espejo, toma una tiza, dibuja sobre el espejo alguno de sus propios rasgos, va junto a un pizarrón, intenta hacer un trazo, cae su mano, demuestra angustia y se come la tiza. Luego vuelve al espejo y reinicia el ciclo aunque no reinicia el camino desde el cuerpo materno, lo hace desde el espejo, se queda en el espejo, no puede llevar sus rasgos hasta la pizarra-papel.
    Esta niña no puede repetir pasos de escritura que no se hicieron, caricias que no escribieron, no marcaron, no recorrieron el cuerpo. Esa caricia no pudo ser garabateada en la hoja.
    Si como al modo que el autor lo considera “el mamarracho es como una tomografía computada que nos informa del estado preciso de implantación en el cuerpo materno” a los trazos que esta niña hace en el espejo le falta la consistencia, la fuerza para iniciar el camino. Comiéndose la tiza intenta, sin éxito, restituir la experiencia, llenar el vacío, llenar la boca, comiendo pedazos del cuerpo materno.
    Nuestro “arte consistirá en detectar cuanto de mamarracho insiste en cada dibujo”[ii]  otorgándole singularidad y apartándonos de las significaciones convencionales.
    Se desprende que un dibujo por su presencia o por su ausencia, por sus tachaduras o borrones, por lo omitido o repetido, por lo enfatizado o ignorado, de cualquier modo, metaforiza el conflicto, no por la simbología individual de cada elemento sino como constructo metafórico. Aluden a la visión interna del mundo. Por ello no hay una visión única, definida y autorizada para “leer” “escuchar” “observar” “descifrar” un dibujo.

BIBLIOGRAFÍA
* LIBROS:

Þ    AGÜERO DANIELA : “INTERACCIÓN NIÑO ADULTO COMO PRECURSORA DE DESARROLLO”  en “Lenguaje” Editorial Amaleve 2005
Þ    DOLTO, F. “ LA IMAGEN INCONSICIENTE DEL CUERPO” EDIT. PAIDOS. BS. AS. 2005.
Þ    DOLTO, F: “LA CAUSA DE LOS NIÑOS”  Paidós 2006.

Þ    HAMMER, E: “ TEST PROYECTIVOS GRÁFICOS” PAIDÓS 1976.

Þ    RODULFO, M: “ EL NIÑO DEL DIBUJO” PAIDÓS. 2004.

Þ    RODULFO, R: “ DIBUJOS FUERA DEL PAPEL” PAIDOS 2004.

Þ    GRASSANO, E: “INDICADORES PSICOPATOLÓGICOS EN TÉCNICAS PROYECTIVAS” NUEVA VISIÓN 2004.

Þ    VECCIA, T. CATTANEO, B. CALZADA,J. IBAÑEZ, M.A.:” DIAGNÓSTICO DE LA PERSONALIDAD: desarrollos actuales y estrategias combinadas” LUGAR EDITORIAL 2002.

Þ    ALBAJARI, U: “LA ENTREVISTA EN EL PROCESO PRICODIAGNÓSTICO” PSICOTECA EDITORIAL 1996.

Þ    MALADESKY , F: “DIAGNÓSTICO EN NIÑOS: vínculos y prevención” LUGAR EDITORIAL 2004.

Þ    GARCIA ARZENO, M.E: “NUEVAS APORTACIONES AL PSICODIAGNÓSTICO CLÍNICO” NUEVA VISIÓN 2000.

Þ    SIQUIER DE OCAMPO, ML. GARCÍA ARZENO, M, GRASSANO, E: “LAS TÉCNICAS PROYECTIVAS Y EL PROCESO PSICODIAGNÓSTICO” EDICIONES NUEVA VISIÓN 1993.








[i] Ricardo Rodulfo
[ii] Rodolfo Marisa “El niño del dibujo”

martes, 12 de marzo de 2024

La Mentira en los Niños: Perspectiva desde la Teoría de la Mente

 

La mentira como un derecho infantil



Introducción

La mentira en los niños es un fenómeno intrigante y relevante en su desarrollo cognitivo. La comprensión de por qué los niños mienten implica un análisis profundo desde la perspectiva de la teoría de la mente, la cual se centra en la capacidad de atribuir pensamientos, intenciones y emociones a sí mismos y a los demás. Las mentiras a las que hago referencia aquí podrían denominarse "evolutivas", ya que sirven al desarrollo del niño.

La comunidad científica reconoce que las mentiras que surgen durante el desarrollo infantil desempeñan un papel crucial en el crecimiento del niño. Estas falsedades evolutivas son estrategias que los niños emplean para aprender a desenvolverse en la sociedad y explorar el mundo que les rodea. Según investigaciones en neurociencia, mentir implica el uso de funciones cerebrales significativas, como la capacidad de intuir los deseos y pensamientos de los demás, también conocida como la teoría de la mente, que constituye la base de la empatía cognitiva. Planificar respuestas creíbles forma parte de este proceso.

Paul Ekman, en su obra "Cómo detectar mentiras en los niños", aboga firmemente por la verdad, aunque reconoce que la mentira puede ser vista como un derecho del niño. Este derecho incluye desafiar, mantener su privacidad y decidir qué aspectos de su vida compartir. Esta perspectiva resalta la complejidad de la relación entre la mentira y el desarrollo infantil.

Desarrollo de la Teoría de la Mente

La teoría de la mente se refiere a la capacidad esencial de reconocer y comprender que los demás tienen creencias, deseos e intenciones distintos a los propios. Esta habilidad cognitiva fundamental proporciona a los individuos la capacidad de interpretar y anticipar el comportamiento de los demás, facilitando la navegación en el complejo mundo de las relaciones sociales y la interacción interpersonal. Según Jean Piaget, un pionero en el campo de la psicología del desarrollo, la teoría de la mente se desarrolla de manera gradual a medida que los niños atraviesan diversas etapas cognitivas. Esta evolución tiene implicaciones profundas para comprender la relación entre la teoría de la mente y la mentira en el desarrollo infantil.

Piaget postuló que los niños pasan por varias etapas en su desarrollo cognitivo, cada una marcada por cambios significativos en la forma en que comprenden el mundo que les rodea. En las primeras etapas, la comprensión de la mente de los demás es limitada. Los niños pequeños pueden tener dificultades para comprender que los demás puedan tener creencias diferentes a las suyas y pueden interpretar la realidad de manera egocéntrica, asumiendo que todos ven y piensan de la misma manera que ellos.

Con el tiempo, a medida que avanzan a través de las etapas de desarrollo cognitivo, los niños comienzan a reconocer la diversidad de perspectivas. Al llegar a la etapa de las operaciones concretas, alrededor de los 7 a 11 años según Piaget, los niños muestran una comprensión más sólida de que las personas pueden tener diferentes puntos de vista basados en sus experiencias individuales. Sin embargo, la teoría de la mente continúa evolucionando a lo largo de la adolescencia y la adultez emergente, volviéndose más sofisticada y compleja.

La capacidad de comprender y prever las creencias de los demás es crucial para el desarrollo de habilidades sociales y emocionales. La adquisición de la teoría de la mente permite a los niños comprender el engaño y la mentira en un nivel más profundo. En las primeras etapas de desarrollo, cuando la teoría de la mente está en proceso, las mentiras pueden surgir de malentendidos simples o de una visión egocéntrica del mundo. A medida que la teoría de la mente se perfecciona, las mentiras pueden volverse más estratégicas, ya que los niños son capaces de anticipar y manipular las creencias de los demás para lograr sus objetivos.

Esta conexión intrínseca entre el desarrollo de la teoría de la mente y la complejidad de la mentira en los niños destaca la importancia de abordar la evolución cognitiva en el estudio de la verdad y la falsedad en la infancia. A través de narrativas culturales, como la literatura y el cine, y en investigaciones psicológicas, se revela la rica interconexión entre la comprensión de la mente y la complejidad de la comunicación social en el viaje evolutivo de los niños.

Cognición y Mentira en la Infancia

La mentira en niños está estrechamente vinculada al desarrollo cognitivo y a la adquisición de la teoría de la mente. En las etapas iniciales, los niños pueden mentir de manera intuitiva para evitar castigos o obtener recompensas. A medida que desarrollan la teoría de la mente, la mentira se convierte en un acto más complejo y estratégico.

En el cine y la literatura, la temática de la mentira en niños ha sido un motivo recurrente, proporcionando una ventana fascinante para entender cómo los personajes infantiles manejan la verdad y la falsedad a lo largo de su crecimiento. En las primeras etapas, la representación de la mentira tiende a reflejar la inocencia y la falta de comprensión completa de las consecuencias. Películas y libros dirigidos a audiencias jóvenes a menudo muestran a personajes que recurren a la mentira de manera ingenua, ya sea para evitar el castigo de los adultos o para alcanzar objetivos más inmediatos.

Un ejemplo clásico se encuentra en la obra literaria "Tom Sawyer" de Mark Twain, donde el protagonista, Tom, utiliza la mentira como una estrategia para escapar de situaciones incómodas o para alcanzar sus objetivos con un toque de humor y travesura. A medida que los personajes infantiles en estas historias se enfrentan a desafíos más complejos, la relación entre la teoría de la mente y la mentira se vuelve más evidente.

En películas más sofisticadas destinadas a audiencias más maduras, la representación de la mentira en niños a menudo refleja un entendimiento más profundo de las motivaciones, las relaciones sociales y las complejidades emocionales. Por ejemplo, en "El niño con el pijama de rayas", basada en la novela de John Boyne, se explora cómo la falta de comprensión de los niños sobre la realidad adulta puede llevar a la ocultación de verdades dolorosas.

La evolución de la mentira en estas narrativas cinematográficas y literarias sigue un patrón similar al desarrollo de la teoría de la mente. En las etapas iniciales, la mentira es impulsiva y centrada en resultados inmediatos, mientras que a medida que los personajes crecen y comprenden mejor el mundo que les rodea, la mentira se convierte en una herramienta más compleja, influenciada por motivaciones internas y externas.

En resumen, la relación entre la mentira en niños y el desarrollo cognitivo, especialmente la adquisición de la teoría de la mente, se refleja y amplifica en diversas representaciones culturales, proporcionando una visión rica y matizada de cómo los niños navegan por las complejidades de la verdad y la falsedad en la ficción y la realidad.

Mentiras según la Edad

Antes de los cuatro años: Denominada como la "edad de la magia", los niños pueden expresar fantasías sin estar necesariamente mintiendo. Su comprensión de las reglas de la verdad aún está en desarrollo, y expresiones como "un pájaro gigante me quiere atrapar" forman parte de su rica imaginación. En lugar de desmentirlos con afirmaciones como "eso es imposible", se sugiere permitirles expresar sus vivencias, ya sea a través del dibujo o narrando sus propias historias. Juegos como "hacer como si..." ofrecen una divertida oportunidad para introducir expresiones nuevas y explorar el manejo de emociones. Preguntarles cómo abordarían situaciones imaginarias puede fomentar la participación activa y fortalecer la conexión emocional.

De cuatro a siete años: En esta fase que abarca desde los cuatro hasta los siete años, los niños muestran una mayor conciencia de sus mentiras. Utilizan la falsedad para encubrir errores o complacer a sus padres. Sin embargo, lo más distintivo en esta etapa es su necesidad de sumergirse ocasionalmente en la fantasía, creando un mundo mágico paralelo que les sirve como refugio ante emociones y situaciones que aún no saben manejar completamente. La aparición de amigos imaginarios es común en esta etapa. Para fomentar la sinceridad, se sugiere seguir una regla sencilla: expresar la verdad utilizando el lenguaje del niño y evitar excepciones que puedan generar confusión. El objetivo principal es ayudar al niño a verbalizar sus pensamientos en un entorno de confianza, permitiéndole expresar lo que siente.

De ocho a 12 años: En la etapa que abarca desde los ocho hasta los 12 años, se produce un cambio del rigor absoluto de la etapa anterior, donde el mundo se percibía en blanco o negro, hacia una comprensión más matizada de la verdad y la mentira. Los niños aprenden la verdad adulta sobre las mentiras: es esencial ser sincero, pero no de manera perjudicial, evitando ser "sincericida". A esta edad, desarrollan la capacidad de discernir las mentiras piadosas, aprenden a medir sus palabras y a comprender las repercusiones que estas tienen en los demás. El diálogo se convierte en la clave para que los niños comprendan los límites: mentir se considera una excepción, no la norma. Se enfatiza la importancia de no manipular con engaños ni distorsionar la realidad para causar daño a los demás o a uno mismo. Explorar juntos películas y analizar los personajes puede ser una herramienta educativa valiosa, ya que muchas películas presentan personajes villanos que recurren a la mentira y el engaño.

Conclusiones y Recomendaciones Ampliadas:

Comprender la mentira en niños desde la perspectiva de la teoría de la mente revela un panorama fundamental para abordar este complejo fenómeno intrínsecamente ligado al desarrollo cognitivo y emocional. La teoría de la mente proporciona un marco teórico sólido para explorar las motivaciones detrás de las mentiras infantiles y ofrece valiosas herramientas para desarrollar estrategias efectivas de intervención y orientación.

Promover un desarrollo saludable de la teoría de la mente en los niños emerge como un objetivo central para reducir la necesidad de recurrir a la mentira como una estrategia de afrontamiento. Al fortalecer la capacidad de los niños para comprender las perspectivas de los demás, se fomenta un mayor sentido de empatía y cooperación en sus interacciones sociales. Los entornos educativos y familiares desempeñan un papel crucial en este proceso, al ofrecer oportunidades para el desarrollo de habilidades sociales y emocionales.

En la práctica educativa, la implementación de estrategias específicas para fomentar la teoría de la mente en niños se muestra como un camino efectivo. Programas de educación socioemocional que incorporan actividades que promueven la empatía, la toma de perspectiva y la resolución de conflictos pueden ser instrumentos valiosos. Los programas, que incluyen juegos, narrativas y discusiones estructuradas, desafían a los niños a reflexionar sobre las emociones y pensamientos de los demás.

Además, la comunicación abierta y el apoyo emocional en el entorno familiar son esenciales para el desarrollo de la teoría de la mente. Padres y cuidadores pueden facilitar conversaciones que animen a los niños a expresar sus emociones y a reflexionar sobre las experiencias de los demás. Al proporcionar modelos de comunicación efectiva y resolución de problemas, se contribuye significativamente al crecimiento de habilidades sociales y emocionales.

En términos más amplios, la comprensión de la mentira en niños a través de la teoría de la mente implica reconocer que el desarrollo de la moralidad y la ética está intrínsecamente relacionado con la madurez cognitiva y emocional. Por lo tanto, abordar la mentira no solo implica corregir un comportamiento específico, sino también cultivar un entorno que nutra el desarrollo integral de la personalidad del niño.

En conclusión, un enfoque holístico que integre la teoría de la mente en la educación y el entorno familiar se presenta como un camino efectivo para comprender y abordar la mentira en niños. Al fortalecer la base cognitiva y emocional que subyace a este comportamiento, se sientan las bases para el crecimiento de individuos socialmente competentes, éticamente comprometidos y capaces de navegar de manera efectiva en el complejo tejido de las relaciones humanas.

Referencias Bibliográficas:


  • Astington, J. W., & Hughes, C. (2013). Theory of mind: Self-reflection and social understanding. En P. D. Zelazo (Ed.), The Oxford Handbook of Developmental Psychology (Vol. 2, pp. 471-492). Oxford University Press.
  • Lee, K. (2013). Little liars: Development of verbal deception in children. Child Development Perspectives, 7(2), 91-96. doi:10.1111/cdep.12025.
  • Oster, H., & Ekman, P. (1981). Expresiones faciales de la emoción. Estudios de Psicología= Studies in Psychology, (7), 115-143.
  • Piaget, J. (1932). The Moral Judgment of the Child. Kegan Paul, Trench, Trubner & Co.
  • Piaget, J. (1981). La teoría de Piaget. Infancia y aprendizaje, 4(sup2), 13-54.
  • De Piaget, T. D. D. C. (2007). Desarrollo Cognitivo: Las Teorías de Piaget y de Vygotsky. Recuperado de http://www. paidopsiquiatria. cat/archivos/teorias_desarrollo_cognitivo_07-09_m1. pdf, 29.
  • Piaget, J. (1984). La representación del mundo en el niño. Ediciones Morata.
  • Oster, H., & Ekman, P. (1981). Expresiones faciales de la emoción. Estudios de Psicología= Studies in Psychology, (7), 115-143.

lunes, 11 de marzo de 2024

Explorando los Deseos desde una Perspectiva Psicoanalítica: Los Anhelos Profundos del Alma


El amor no mira con lo ojos, sino con el alma ( W. Shakespeare)

El deseo, esa fuerza misteriosa que impulsa nuestras acciones y colorea nuestros sueños, es un tema central en la obra de Sigmund Freud, el innovador psicoanalista que nos invitó a adentrarnos en las profundidades del alma humana.

En su monumental obra "La interpretación de los sueños", Freud nos guía a través de los recovecos del inconsciente, ese vasto océano donde se esconden nuestros deseos más íntimos. Nos enseña que el deseo no es solo un capricho pasajero, sino una fuerza motriz fundamental que moldea nuestras vidas y define nuestra existencia. Es la chispa que enciende el fuego de la pasión y el impulso que nos empuja hacia adelante, incluso cuando todo parece oscuro y desalentador.

La libido, esa energía ardiente que arde dentro de nosotros, es el combustible de nuestros deseos más profundos. Según Freud, la sexualidad no se limita a la satisfacción física, sino que se extiende a todos los rincones de nuestra psique, influyendo en nuestras relaciones y en la forma en que experimentamos el mundo que nos rodea. Cada encuentro, cada mirada, está impregnada de deseo, un deseo que nos conecta con nuestra humanidad más profunda y nos recuerda que estamos vivos.

Pero el deseo no es solo placer y satisfacción; también es conflicto y dolor. Freud nos habla de la represión, ese mecanismo de defensa que nos permite mantener a raya nuestros deseos más oscuros y perturbadores. Pero a veces, la represión puede volverse en nuestra contra, causando angustia y malestar en nuestras vidas. Es entonces cuando necesitamos explorar esos deseos reprimidos, enfrentarnos a ellos y encontrar la paz interior que tanto anhelamos.

En la literatura, el deseo ha sido tema recurrente a lo largo de los siglos. Desde las tragedias griegas hasta las novelas modernas, los autores han explorado las complejidades del alma humana y los anhelos que la impulsan. En cada página, encontramos reflejados nuestros propios deseos y temores, nuestras esperanzas y desilusiones, recordándonos que somos seres de deseo, con corazones que laten al ritmo de nuestros sueños más profundos.

En última instancia, el deseo es el motor que impulsa la vida misma. Nos empuja a buscar la felicidad, a perseguir nuestros sueños y a encontrar el sentido en un mundo a menudo caótico y confuso. Es el hilo que une nuestras experiencias más íntimas y nos recuerda que, en el fondo, todos somos seres de deseo, buscando amor, significado y conexión en un mundo que a menudo parece indiferente. Y al abrazar nuestros deseos más profundos, encontramos la clave para desbloquear el verdadero potencial de nuestras vidas y vivir con autenticidad y pasión.