jueves, 14 de marzo de 2024

Evolución del dibujo infantil





Evolución del dibujo en el niño y su inclusión en la clínica.
Ps. Patricia Gagliardi


Título:
TRAZOS MÁGICOS



El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?...
Beppo de J.L. Borges



    




    Dibujar es realizar un acto gráfico en el que se espacializan  marcas en un soporte. Estas marcas no se inauguran en el papel sino que tanto en el consultorio como en la vida  un niño va dejando sus huellas. Antes del primer trazado lo hace con roturas, gritos, saliva, etc., por todos lados. Cuando el niño llega a hacer trazos en la hoja es porque todos estos caminos de escritura ya se han realizado en otra superficie. El niño es un ser marcante, ser de marca, demarcado por las marcas que es capaz de escribir[i].
    Cuando el niño llega a consulta lo hace por desencuentro con los adultos, está inmerso en un vínculo asimétrico niño-adulto. El discurso paterno/materno que explica esta asimetría está centrado en el niño pero cargado de subjetividades. En este escenario intervenimos con el objetivo de  integrar y respondernos quién es ese niño para esa familia, para la escuela o para quien lo solicite.
    La tarea con un niño se torna singular en relación a la del adulto. El discurso del niño se caracterizará por un decir particular que se integra tanto con el cuerpo que su gesto puede hasta ser oído, su cuerpo habla y de ahí nuestra esmerada mirada.
    Otro hacer del niño es el lúdico donde su cuerpo se pondrà al servicio para mostrarnos las propias versiones sobre él y el entorno.
    Por último un  hacer que tiene especial dedicación en este trabajo es el gráfico. Aquí el cuerpo pierde el protagonismo y sirve de impulso previo, el cuerpo se transfiere al papel y aparece un trazo buscando la figura. En el juego no hay código pero en lo gráfico hay ciertas formas convencionales que ordenan la mirada. Subyace un deseo de transmitir sus fantasías y para ello se apropia de las formas gráficas convencionales culturales. Esta apropiación presenta ciertos rasgos comunes en todos los niños desde el garabato hasta la escena con perspectiva y al mismo tiempo es único.
    En un acto gráfico se pretenden plasmar representaciones. Su comienzo es el garabato y este acto, primero, se inscribe en un momento especial del psiquismo, momento en el que el niño explora todo e intenta controlar realidades.  Alrededor de los 18 meses es cuando al poder apretar el lápiz disfruta de una actividad kinestésica que en un accionar sin control marca una superficie que es un objeto que esta en el afuera, ya sea papel, pared, pizarra, etc. Allí queda una marca, una presencia que le otorga al acto gráfico una importancia como acto en sí, y la hoja no diferenciada aún como cuerpo simbólico, se transformará en la prolongación del propio accionar.
Este primer mamarracho tiene ciertas particularidades que lo convierten en algo mágico, como dice el título del presente trabajo, y como seguramente lo habrá considerado el hombre prehistórico que por primera vez marcaba  una superficie. ¿Qué hace el niño cuando hace este mamarracho? En primer lugar no puede dar cuenta de lo que hace, hay una compulsión en esta escritura, hay una continuidad sin forma y si tiene posibilidades de utilizar diferentes colores los utiliza, y sobre todo es único e irrepetible. Cada garabato marcará una diferencia con el anterior y hará emerger una nueva dimensión. Es la mano la que se hace trazo y el trazo sale del cuerpo, cuerpo en el que las caricias han trazado el mismo mamarracho y que luego es traspuesto en el papel.
     En este primer tiempo el objetivo es apropiarse del espacio. La mirada del niño se detiene sobre la huella que su mano ha dejado, el gesto ha sido capturado por la hoja y se ha hecho visible. Comienza a repetir y la primera transformación sucede en el control del movimiento, construye límites, puede interrumpir el trazo, hacer líneas y círculos, mezclar formas y repetirlas hasta estabilizarlas.
    Este niño ya dispone de un recurso para generar presencia. La fascinación está en la transformación que se va produciendo por sus trazos y en la perdurabilidad, queda allí, afuera y todo ocurre frente a sus ojos. Ha conquistado el espacio y posteriormente la forma. Su siguiente etapa es la conquista de la significación. Una vez que puede reproducir el círculo y líneas en diferentes posiciones, incluyendo la cruz, comienza a recombinarlas, combina círculos con rayas y puntos interiores para representar caras.  Estas formas simples se convierten en significativas en la medida que les coloca nombres. Comienza a reproducir el clásico monigote, aunque esta estructura no es única de la figura humana, sino que lo aplica al sol, flores, etc, representando estructura radiadas y articulando la noción de continente y contenido.
    La apropiación del espacio le sirve para crear un espejo. En estas circunstancias es el cuerpo el que crea el espejo y no el espejo el que crea la imagen. En la medida en que el niño prepara su espacio gráfico lleva allí la realización del deseo. El dibujo se vuelve una escritura en imágenes y compleja. Remite al objeto exterior, es signo del sujeto y es un objeto en sí mismo.
Para que un niño pueda hacer un monigote tiene que estar constituida la Imagen Corporal, esto no significa que sea la imagen que se dibuja.  El esquema corporal es el mismo para la especie y es de acuerdo a la edad, es decir, es un grupo de representaciones del cuerpo en el espacio y va a cambiar con la maduración y el desarrollo de los procesos simbólicos. En cambio la imagen del cuerpo es propia de cada uno, ligada a su historia, por ende es inconsciente. Doltó define: “la imagen del cuerpo es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales… se la puede considerar como la encarnación simbólica inconsciente del sujeto deseante… antes de que pueda decir yo”. Esta imagen corporal existe desde la concepción y al cruzarse con el esquema corporal es que puedo comunicarme. El esquema corporal puede ser independiente del lenguaje y es evolutivo en tiempo y espacio. La imagen corporal está mediatizada por el lenguaje, se ha fundado en el lenguaje como una red de seguridad con la madre. En la medida en que la experiencia del espejo es reconocida como tal y queda integrada, las representaciones de persona se modifican. Es la imagen corporal la que crea la imagen del espejo, por ello, esta imagen escópica cobrará sentido si está con una persona a la que el niño también pueda reconocer en ese espejo, que pueda ver como se duplica. Que el niño encuentre un espejo a su paso no implica que accederá a ver “su” imagen. Si no es habilitada desde el lenguaje será simplemente una vivencia visual  al modo del gato de Borges.
    Esta experiencia aporta una modificación al dibujo.  En el dibujo aparece el personaje que el niño quiere que el espejo le devuelva y la imagen del cuerpo es acorde con su narcisismo. Le comienza a dar a las imágenes atributos masculinos y femeninos si es que está orgulloso de su sexo y exponiendo así las redes identificatorias. Aparecen accesorios y objetos para valorizarlo.
    Paralelamente a este completamiento del cuerpo se va conformando paulatinamente el reconocimiento de las relaciones espaciales. En la hoja aparecen figuras diseminadas por todos lados, hasta que alrededor de los cinco años se alinean sobre una línea de base y se completa con un cielo.
    Hay una primera organización vertical que está relacionada con nuestra posición corporal y la dirección del crecimiento. Las figuras logradas se recategorizan de acuerdo a sus características: alto-bajo, etc. Se destaca la ausencia de temporalidad.
    Un niño de siete años ya tiene que haber logrado la línea de base y hasta es común que persista más adelante.
    A partir de los ocho años hay un reordenamiento del dibujo en función del tiempo y del espacio. Aparece la profundidad, los planos y las distancias. Aquí hay una escena dibujada, una secuencia, en esta temporalización se muestra el acontecimiento. Hay un antes y un después y el dibujo se vuelve un RELATO, un relato gráfico.

  
    Lo anteriormente expuesto tiene una linealidad, desde lo evolutivo en el niño tiene un orden de sucesión, aunque  no una edad fija. Según las condiciones de instalación en la hoja que ha tenido el niño podrá transitar esos distintos momentos, condiciones que ineludiblemente se reflejarán y harán surgir nuestras preguntas.
    El camino a recorrer para que se plasme un dibujo es vasto, se armó de miradas, palabras, caricias, movimiento, juegos, espejos, deseos……Si en la clínica nos encontramos con un niño que no puede dibujar, no porque se niega caprichosamente, sino que hay una imposibilidad de hacerlo y no dibuja, nos da la certeza de que hay algo grave, hay allí una falla de la simbolización, hay algo ausente en este camino.
    Ricardo Rodulfo en su libro “Dibujos fuera del papel” expone el caso “la niña de la tiza”, así llamada por él, porque esta niña, en el consultorio inicia junto a su madre, se aleja de ella, se conduce a un espejo, toma una tiza, dibuja sobre el espejo alguno de sus propios rasgos, va junto a un pizarrón, intenta hacer un trazo, cae su mano, demuestra angustia y se come la tiza. Luego vuelve al espejo y reinicia el ciclo aunque no reinicia el camino desde el cuerpo materno, lo hace desde el espejo, se queda en el espejo, no puede llevar sus rasgos hasta la pizarra-papel.
    Esta niña no puede repetir pasos de escritura que no se hicieron, caricias que no escribieron, no marcaron, no recorrieron el cuerpo. Esa caricia no pudo ser garabateada en la hoja.
    Si como al modo que el autor lo considera “el mamarracho es como una tomografía computada que nos informa del estado preciso de implantación en el cuerpo materno” a los trazos que esta niña hace en el espejo le falta la consistencia, la fuerza para iniciar el camino. Comiéndose la tiza intenta, sin éxito, restituir la experiencia, llenar el vacío, llenar la boca, comiendo pedazos del cuerpo materno.
    Nuestro “arte consistirá en detectar cuanto de mamarracho insiste en cada dibujo”[ii]  otorgándole singularidad y apartándonos de las significaciones convencionales.
    Se desprende que un dibujo por su presencia o por su ausencia, por sus tachaduras o borrones, por lo omitido o repetido, por lo enfatizado o ignorado, de cualquier modo, metaforiza el conflicto, no por la simbología individual de cada elemento sino como constructo metafórico. Aluden a la visión interna del mundo. Por ello no hay una visión única, definida y autorizada para “leer” “escuchar” “observar” “descifrar” un dibujo.

BIBLIOGRAFÍA
* LIBROS:

Þ    AGÜERO DANIELA : “INTERACCIÓN NIÑO ADULTO COMO PRECURSORA DE DESARROLLO”  en “Lenguaje” Editorial Amaleve 2005
Þ    DOLTO, F. “ LA IMAGEN INCONSICIENTE DEL CUERPO” EDIT. PAIDOS. BS. AS. 2005.
Þ    DOLTO, F: “LA CAUSA DE LOS NIÑOS”  Paidós 2006.

Þ    HAMMER, E: “ TEST PROYECTIVOS GRÁFICOS” PAIDÓS 1976.

Þ    RODULFO, M: “ EL NIÑO DEL DIBUJO” PAIDÓS. 2004.

Þ    RODULFO, R: “ DIBUJOS FUERA DEL PAPEL” PAIDOS 2004.

Þ    GRASSANO, E: “INDICADORES PSICOPATOLÓGICOS EN TÉCNICAS PROYECTIVAS” NUEVA VISIÓN 2004.

Þ    VECCIA, T. CATTANEO, B. CALZADA,J. IBAÑEZ, M.A.:” DIAGNÓSTICO DE LA PERSONALIDAD: desarrollos actuales y estrategias combinadas” LUGAR EDITORIAL 2002.

Þ    ALBAJARI, U: “LA ENTREVISTA EN EL PROCESO PRICODIAGNÓSTICO” PSICOTECA EDITORIAL 1996.

Þ    MALADESKY , F: “DIAGNÓSTICO EN NIÑOS: vínculos y prevención” LUGAR EDITORIAL 2004.

Þ    GARCIA ARZENO, M.E: “NUEVAS APORTACIONES AL PSICODIAGNÓSTICO CLÍNICO” NUEVA VISIÓN 2000.

Þ    SIQUIER DE OCAMPO, ML. GARCÍA ARZENO, M, GRASSANO, E: “LAS TÉCNICAS PROYECTIVAS Y EL PROCESO PSICODIAGNÓSTICO” EDICIONES NUEVA VISIÓN 1993.








[i] Ricardo Rodulfo
[ii] Rodolfo Marisa “El niño del dibujo”

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