miércoles, 18 de marzo de 2015

Emociones y aprendizaje


¿Las emociones impactan en el aprendizaje?
Psicóloga Patricia N. Gagliardi
Remontarnos a una experiencia personal guardada en la memoria de nuestra escolaridad puede empezar a echar luz sobre el tema. Las clasificaciones arbitrarias infantiles sobre las asignaturas en “buenas o malas”, “me gustaron o no me gustaron”, en la mayoría de las veces están atravesadas por la relación con el docente o con el grupo de pares.
Las emociones han estado implicadas en el aprendizaje mucho más de lo que las hemos hecho  explícitas y concientes. La escuela ha sido siempre el dominio de la razón y pareciera que las emociones quedaban fuera del aula, o mejor de la escuela. Sin embargo, la emoción dirige nuestra atención y ésta al aprendizaje y la memoria.
Una posible clasificación de las emociones puede ser la siguiente:
° Emociones primarias como la ira, tristeza, miedo, disgusto, placer y sorpresa, son universales y fácilmente reconocibles .
° Emociones secundarias empatía, compasión, vergüenza, culpa, orgullo, envidia, esperanza, desilusión, celos, desprecio entre otras
° y las mixtas que son las combinaciones de las anteriores.
Todas las emociones se manifiestan en nuestro cuerpo, en nuestra conducta y le otorgamos un significado particular a esa experiencia analizando nuestra reacción, o cuál es la mejor manera de actuar, o bien pueden traer recuerdos desagradables o placenteros a nuestra memoria o sus sensaciones. Las emociones se procesan en el cerebro pero se sienten en el cuerpo.
Tienen un rol destacado en el aprendizaje por dirigir la atención y crear significados además de tener sus propias vías de recuerdo. Aquellas experiencias escolares conectadas a emociones serán guardadas en nuestra memoria emocional y podrán ser recordadas con mayor facilidad, del modo inverso un sujeto sometido a un alto nivel de excitación emocional tendrá dificultades para aprender independientemente de su coeficiente intelectual. Estas últimas son emociones que ejercen un impacto negativo porque perturban la atención, la concentración, el recuerdo. El miedo también impide el procesamiento de la información. Salir de esto implica instalar una emoción positiva que impacte y neutralice la anterior. El humor y la risa siempre posibilitan que los alumnos estén más propensos a aprender.  Si las emociones son placenteras, hay un aumento del interés y de la atención, en cambio, si las experiencias generan displacer aumenta la ansiedad, el aburrimiento y la sensación de impotencia.
La tarea parece difícil, el docente no puede manejar todas las variables que le suceden a un niño en su día de vida, pero si puede generar un ambiente de seguridad y bienestar que logre aumentar su confianza y reducir su estrés.
Un niño/joven que se siente capaz, competente y confiado, se mostrará: espontáneo, activo, enérgico, entusiasta, sensible, reflexivo, afectuoso, colaborador, responsable, asume riesgos y también sus propios errores, mira a los ojos, tiene metas, proyectos, puede aplazar la gratificación y pide ayuda cuando es necesario. Se diferencia del niño que se siente vulnerable, porque este es:
tímido, sensible, solitario, dependiente, poco comunicativo, torpe, impulsivo, se cansa fácilmente, busca la aprobación externa, adopta una actitud agresiva, impaciente y con dificultades para concentrarse.
Como docentes, el trabajo con las etapas del desarrollo emocional debe ser nuestra prioridad, porque cómo ya se ha mencionado son el sostén del aprendizaje, de lo contrario  llenaríamos un recipiente sin fondo. 
Las etapas del desarrollo emocional son: primero el darse cuenta y nombrar las emociones, muchas de ellas son confundidas por nuestros alumnos y pueden decir que están mal pero en realidad están con miedo o con tristeza, como segunda  y tercera etapa, aceptar las emociones y expresarlas, y por último regularlas. La última etapa es esencial para la buena convivencia, si las anteriores están logradas pero no hay regulación de ellas es tan peligroso como no tener emociones.
Como docentes podemos contribuir a fortalecer el desarrollo emocional de los alumnos empezando por nuestra capacitación para tener más competencias personales y profesionales, integrando la dimensión emocional todos los días en el aula, tejiendo vínculos de confianza con el grupo y principalmente manteniendo una relación apropiada desde nuestro rol pero cercana como personas.