domingo, 2 de julio de 2017

Neurociencias: antecedentes históricos

Ps. Patricia Gagliardi
2017



Desde la Antigüedad el cerebro ha sido mirado con interés y sospechado de su importancia en el funcionamiento del todo aunque lo que podríamos llamar su estudio científico se inicia con la Edad Moderna.
En la Antigüedad se lo reconocía como sede de malos espíritus, susceptible de trepanaciones para aliviarlo del dolor o la locura que ellos causaban. Fue el médico griego Hipócrates (460-379 aC) propuso al cerebro como sede de la inteligencia y emociones. Aristóteles (384-322 aC) sostenía que el cerebro era la razón que atemperaba las emociones del corazón, pero transcurridos doscientos años Galeno adopta la posición de Hipócrates con sus estudios en ovejas, aislando el cerebelo del cerebro, clasificando su dureza y proponiendo que por ello el cerebelo era el efector que daba las órdenes y el cerebro el receptor de las emociones. El líquido cefaloraquídeo también llamó su interés y en concordancia con la teoría vigente de la época de los líquidos vitales formuló que las emociones se grababan y la fluencia de los líquidos iniciaban los movimientos. A principios del siglo XVII se reafirmó esta teoría y se estableció que el cerebro funcionaba como una máquina bombeando el líquido vital desde los ventrículos hasta las extremidades para que se pudiera ejercer su acción. 
René Descartes en su Tratado de las pasiones del alma postula que los nervios eran tubos pequeños y que el aprendizaje se producía por alargamiento de esos tubos, estos tubos contenías una sustancia sutil que denominó espíritus animales  y que la conexión mente cerebro estaba dada por la glándula pineal.
Durante los siglos XVII y XVIII se focalizan los estudios sobre la sustancia blanca y la sustancia gris y se pormenorizó la observación de cisuras, surcos y lóbulos suponiendo que las diferencias correlacionaban con diferentes funciones.
Consecuentemente por los estudios de Benjamín Franklin, los científicos Luigi Galvani y Emil du Bois-Reymond (finales del siglo XVIII) demuestran que el cerebro podía producir electricidad y que al estimular un nervio eléctricamente se ponían en movimiento los músculos.
Charles Bell  en 1810 a través de ablaciones del nervio que ingresa a la médula pudo sugerir una división de origen y destino de las fibras, el origen de las motoras era el cerebelo y el destino de las sensoriales era el cerebro.  Simultáneamente Francois Magendie demuestra que la raíz dorsal transmitía información sensorial hasta la médula espinal. Se refuta la hipótesis de la bidireccionalidad de los nervios. En cada nervio existen fibras individuales que transmiten la información en una u otra dirección pero no en ambas.
Marie Jean Pierre Flourens en 1823 demuestra que el cerebro participa en las sensaciones y percepciones del mundo y el cerebelo en la coordinación del movimiento.
Franz Joseph Gall, en la meticulosidad de su observación asoció las protuberancias con los distintos tipos de personalidad siendo un antecedente del localizacionismo.
Al final del siglo XIX surgen pruebas experimentales en la organización cerebral de las funciones, sus protagonistas fueron Eduard Hitzing, Gustav Fritsch, David Ferrier, Hermann Munk, entre otros. Al mismo tiempo ocurrían cambios en el rumbo del pensamiento científico. Charles Darwin presenta su teoria de la evolución (1859) destacando el patrón común de las especies que por rasgos conductuales ventajosos se fue dando la evolución y la supervivencia. Similar aunque en lo micro, Theodor Schwann propuso la teoría celular pero las dificultades eran tecnológicas. 
Era muy difícil estudiar las células como unidades separadas por su tamaño y si bien se podían hacer disecciones, la consistencia gelatinosa y casi incolora del cerebro lo impedía. Recién con la utilización del formaldehido para endurecer los tejidos, con el micrótomo para realizar cortes más precisos, la tinción de Nissl completada con los avances de Golgi con el cromato de plata, el microscopio compuesto y luego el electrónico, la historia comenzó a cambiar y nace la histología.
Santiago Ramón y Cajal propuso a la neurona como unidad individual del sistema nervioso donde las neuritas no tenían continuidad unas con otras sino que debían comunicarse de alguna forma por contigüidad. Charles Sherrington  instaura el término sinapsis aunque tomado de Langley con algunas variantes. Los estudios sobre la transmisión sináptica se convirtieron en el centro de interés. Bernard Katz, John Eccles, De Robertis y Bennet, Palay siguen construyendo en este camino. Mientras tanto se estaba investigando en relación al ADN. Mendel ya había sentado las bases de la genética en la segunda mitad del siglo XIX  pero será James Watson y Francis Crick con la publicación del hallazgo de un modelo de la molécula de ADN dando comienzo a la biología molecular. 
Las investigaciones han demostrado que los genes afectan procesos diversos tanto como el desarrollo de tipos neuronales específicos, los sistemas de segundos mensajeros  intracelulares o la transcripción en el sistema nervioso adulto y son capaces de alterar distintos comportamiento. Un gen no determina el comportamiento, sino que este se vincula con la complejidad de los circuitos nerviosos y se requiere la participación de muchas células y el ambiente como factor importante y estimulante.
Estando en tiempos en los que el cerebro ocupa el centro de atención y las neurociencias escriben su libreto no podemos desconocer el recorrido de esta construcción científica, no podemos dejar de admirar cuántos esfuerzos puestos desde la primera trepanación con el afán de ahuyentar malos espíritus hasta hoy, donde hoy es sólo una coma provisoria.
Bibliografía:
  • Bacigalupe, María de los Angeles (2012) Neurobiología del aprendizaje. Enfoque interdisciplinario. Buenos Aires, Polemos.
  • Ferreres, Aldo (2016) Neurociencias y educación. Buenos Aires, Paidós.
  • Labos, Edith. (2008) Tratado de nueopsicología clínica. Buenos Aires. Librería Akadia.


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