Causas de la “niebla mental en duelo”
Psic. Patricia Gagliardi
Neurocientíficos de la Universidad de Columbia analizaron el comportamiento de ratones de campo, específicamente los ratones de pradera (Microtus ochrogaster). Estos fueron seleccionados para la investigación por ser una especie monógama formando pareja de por vida, lo que los convierte en un modelo valioso para estudiar el apego y el comportamiento social. Por su comportamiento tienen una red especial de neuronas que ha ido evolucionando para facilitar ese vínculo especial y dar seguimiento a su pareja. Dos neuroquímicos clave en este proceso son la oxitocina y la vasopresina, que juegan un papel fundamental en la formación de vínculos sociales.
Oxitocina, Vasopresina y Dopamina
La oxitocina es conocida como la "hormona del amor" y está implicada en la formación de vínculos sociales, incluido el apego materno e interpersonal. Con el contacto amoroso actúa como tranquilizador. En los ratones de campo, la oxitocina actúa en regiones específicas del cerebro, como el núcleo accumbens, que es parte del sistema de recompensa (Young & Wang, 2004).
La vasopresina, por otro lado, también está relacionada con el comportamiento social y el establecimiento de vínculos de pareja. En los ratones de campo, la vasopresina actúa en la región ventral del pálido, una parte del cerebro involucrada en la conducta social y la motivación.
Los investigadores analizaron el papel de la dopamina en el cerebro de los ratones de campo cuando están con su pareja. En uno de los experimentos, un ratón debía presionar una palanca o trepar una valla para llegar a su pareja, mientras un sensor de fibra óptica rastreaba la actividad en el "núcleo accumbens", una región del cerebro asociada con la recompensa social y la motivación.
Los investigadores observaron que cuando los ratones presionaban la palanca o trepaban la valla para estar con su pareja, el sensor registraba un aumento en los niveles de dopamina, según explicó Anne Pierce, estudiante de posgrado en CU Boulder y autora principal del estudio. El mismo aumento en la actividad se observaba cuando los ratones olfateaban o se acurrucaban con su pareja. Sin embargo, el sensor mostraba una disminución de actividad cuando había otro ratón, no la pareja, al otro lado de la valla.
Este patrón neuroquímico es especial en los ratones de pradera difiere significativamente de otras especies de roedores, como los ratones de campo de montaña, que no forman vínculos de pareja de por vida y tienen un patrón de expresión de receptores de oxitocina y vasopresina diferente. En investigaciones comparativas se traspola al ser humano.
Zoe Donaldson, profesora asociada de neurociencia del comportamiento en CU Boulder y coautora del estudio, comentó que "como humanos, nuestras interacciones sociales se caracterizan por un deseo selectivo de interactuar con diferentes personas, como nuestra pareja romántica o amigos íntimos. Esta investigación sugiere que ciertas personas dejan una huella química única en nuestro cerebro, lo que nos impulsa a mantener estos vínculos a lo largo del tiempo".
Cuando perdemos repentinamente a alguien a quien amamos, nuestro cerebro no se adapta de inmediato. Necesita tiempo para asimilar la ausencia de esa persona y reorganizar las conexiones que ha creado a lo largo del tiempo. Esto explica por qué, en los primeros momentos del duelo, no solo sentimos dolor, sino que también experimentamos una sensación de irrealidad y confusión, como si nos despertáramos en un mundo donde todo ha cambiado.
El cerebro intenta encontrar un sentido en medio del caos. Busca localizar a la persona que hemos perdido, lo que nos lleva a repasar una y otra vez diferentes escenarios, recuerdos compartidos y posibles futuros que ya no serán. Es como si el cerebro se resistiera a aceptar la realidad mientras lucha por reconfigurar un futuro que parece inconcebible.
Durante este proceso, tratamos de seguir con nuestras vidas cotidianas: levantarnos, ir al trabajo, cuidar de los niños, cumplir con los compromisos sociales y recordar tareas como pagar las facturas. Es como intentar leer y comprender a Nietzsche mientras corremos una maratón.
Afortunadamente, gracias a la neuroplasticidad, el cerebro puede crear nuevas conexiones en respuesta a un trauma psicológico, pero esto requiere tiempo y energía. Durante un tiempo, el cerebro prioriza funciones más primitivas. La corteza prefrontal, que está involucrada en la toma de decisiones racionales y el autocontrol, cede protagonismo al sistema límbico, donde se encuentran nuestros instintos de supervivencia y reacciones emocionales, provocando un "secuestro emocional."
Estos cambios explican por qué a menudo experimentamos "niebla mental" como una secuela del duelo. También explican por qué podemos sentir que estamos perdiendo el control o despistarnos constantemente. Incluso podemos perder la noción del tiempo, salir a hacer algo y olvidar qué era, o llegar a un lugar sin saber por qué estamos ahí o cómo llegamos.
Estos estudios subrayan la importancia de la neurobiología en la comprensión de comportamientos complejos como la formación de vínculos de pareja, y cómo diferentes especies pueden desarrollar mecanismos neurobiológicos distintos para facilitar estas conexiones sociales.
Referencias Bibliográficas
Young, L. J., & Wang, Z. (2004). The neurobiology of pair bonding. Nature Neuroscience, 7(10), 1048-1054.
Insel, T. R., & Young, L. J. (2001). The neurobiology of attachment. Nature Reviews Neuroscience, 2(2), 129-136.
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