Seguir adelante sin quedar atrapad@ después de la pérdida
Psic. Patricia Gagliardi
El duelo es una experiencia profundamente humana que, aunque puede ser una oportunidad para el crecimiento personal y el fortalecimiento emocional, también puede convertirse en una trampa si se prolonga o no se maneja adecuadamente. El dolor y el estrés asociados al duelo tienen una función adaptativa, ayudándonos a procesar la pérdida y a reorganizar nuestras vidas. Sin embargo, cuando superan ciertos límites, pueden ser contraproducentes, afectando negativamente nuestra salud mental y física.
Efectos Cognitivos del Duelo Prolongado
El cerebro humano a menudo lucha por comprender la pérdida de un ser querido, lo que puede llevarnos a buscar explicaciones o a caer en un ciclo de pensamientos imaginando situaciones de anulación de la pérdida y ensayando diferentes escenarios posibles, lo cual nos deja atrapados en un bucle de sufrimiento (Stroebe, Schut, & Stroebe, 2007). Este proceso puede establecer conexiones neuronales disfuncionales que, si se refuerzan repetidamente, se convierten en la respuesta automática del cerebro a situaciones similares produciendo generalizaciones.
A largo plazo, el duelo no elaborado puede afectar diversas funciones cognitivas, desde la atención y la memoria hasta la toma de decisiones, la función visuoespacial, la fluidez verbal e incluso la velocidad de procesamiento de la información (Fagundes & Wu, 2020). Esta disfunción cognitiva puede deberse a cambios en la estructura y función cerebral, incluyendo una reducción en la actividad de la corteza prefrontal, que es crítica para la regulación emocional y el pensamiento racional (O'Connor et al., 2008).
Integración Racional y Emocional
Superar el duelo implica un delicado equilibrio entre la parte racional y la parte emocional del cerebro. La integración de estas dos facetas es esencial para no quedar atrapados en los sentimientos sin la mediación del pensamiento racional, o para evitar reprimir los sentimientos en favor de un enfoque excesivamente racional (Bonanno, 2004). La meditación mindfulness ha demostrado ser una herramienta efectiva para reconectar con el presente, ayudando a las personas a encontrar consuelo en el "aquí y ahora" (Garland et al., 2010). Cuando la mente viaje hacia pensamientos oscuros, la práctica de mindfulness enseña a llevarla de vuelta suavemente al presente, promoviendo una mayor conciencia y aceptación de las emociones.
Proceso de Adaptación y Creación de Nuevos Significados
El duelo no es un proceso lineal, y aprender a vivir con la pérdida puede ser un camino lleno de desafíos. La muerte de un ser querido altera profundamente nuestro "mapa" mental, lo que puede hacer que nos sintamos perdidos mientras nuestro cerebro intenta encontrar un nuevo sentido a las cosas (Bonanno, 2004). Con el tiempo, sin embargo, podemos establecer nuevas conexiones neuronales y encontrar nuevas formas de relacionarnos con el mundo, desarrollando significados que nos permitan seguir adelante.
Es importante recordar que seguir adelante no implica olvidar a la persona que hemos perdido, sino encontrar una nueva forma de vivir que honre su memoria. Esto probablemente es lo que esa persona desearía para nosotros, y es un paso esencial para la recuperación y el crecimiento personal.
Referencias Bibliográficas
Bonanno, G. A. (2004). Loss, trauma, and human resilience: Have we underestimated the human capacity to thrive after extremely aversive events? American Psychologist, 59(1), 20-28.
Fagundes, C. P., & Wu, E. L. (2020). The role of the immune system in the psychological effects of bereavement. Psychosomatic Medicine, 82(2), 105-113.
Garland, E. L., Gaylord, S. A., & Fredrickson, B. L. (2010). Positive reappraisal mediates the stress-reductive effects of mindfulness: An upward spiral process. Mindfulness, 2(1), 59-67.
O'Connor, M. F., Wellisch, D. K., Stanton, A. L., Eisenberger, N. I., Irwin, M. R., & Lieberman, M. D. (2008). Craving love? Enduring grief activates brain's reward center. NeuroImage, 42(2), 969-972.
Stroebe, M., Schut, H., & Stroebe, W. (2007). Health outcomes of bereavement. The Lancet, 370(9603), 1960-1973.
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