Reflexiones de nuestra psique a la luz del mito del Minotauro
Psic. Patricia Gagliardi
J.L.Borges -La casa de Asterión
La mitología nos regala un tesoro de narrativas para reflexionar sobre nuestro actuar. Es un ayer que no caduca porque responden a las preguntas fundamentales sobre nuestra existencia. Sus arquetipos y símbolos resuenan en nuestro inconsciente colectivo.
El mito del Minotauro cuenta cómo el rey Minos de Creta, hijo de Zeus y Creta, deseando poder le solicita ayuda a Poseidón, recibe un toro blanco que debía sacrificar en honor al dios, pero desobedece. Esta desobediencia enfurece a Poseidón y lo castigo con el engaño de Pasífae quien se enamora del toro gracias a que Dédalo le construye un disfraz y logra seducir al toro. De esta unión de desobediencias, secretos, soberbias, ambiciones, mentiras y engaños nace su fruto: el minotauro, la representación, mitad hombre y mitad toro, la bestia para los ojos de todos, lo temido, lo incontrolable, lo abominado por Minos, lo mirado desde lejos por la sociedad, al quien Dédalo le construye su destino tanto como su participación en el origen, su laberinto. El Minotauro vaga en su soledad, en su incomprensión, en su voracidad. Hijo de una familia disfuncional, con todas las dinámicas problemáticas en su despliegue. Pero es él el señalado, el encerrado, y en la sociedad de hoy es el medicado, el que es depositado no en un laberinto sino en la medicina, la psicología, la psiquiatría, la psicopedagogía. Tanto se parecen, la criatura mitológica y el niño posmoderno “con problemas” que tal vez el destino del Minotauro haya sido menos cruel, menos solitaria.
El Minotauro recorría su laberinto, el niño hoy se pierde en un laberinto emocional que nadie calma, que nadie recorre, que su puerta es taponada con la tecnología, sus gritos acallados, sin salida.
Teseo es su redentor, de liberación, pero también de muerte.
¿Cuántos jóvenes hoy buscan en tóxicos a un Teseo que los libere?
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