martes, 11 de julio de 2023

Las cadenas de Prometeo

 «Esta es tu recompensa erguido en esta roca, 

sin probar el sueño, sin alivio, sin descanso alguno, 

sin doblar las rodillas… 


estarás dando alaridos, te quejarás de continuo…


 ¡inútilmente!»

Efesto





Prometeo, dentro de la mitología griega, era un titán. Hijo de Japeto y de la ninfa Climenea, fue el principio de todos los seres en las antiguas cosmogonías. Pese a ser un titán difiere de ellos porque los titanes conocen y emplean sólo la fuerza bruta, en cambio Prometeo es el representante de la fuerza y la destreza.
En la guerra de los titanes contra los dioses Prometeo se alió con Júpiter y al terminar la lucha se lo premió siendo admitido en el Olimpo y de tomar parte en las deliberaciones de los dioses. Entonces comenzó la intervención de Prometeo en favor del género humano. Júpiter odiaba a la humanidad y por eso envió un diluvio por lo tanto Prometeo avisó a su hijo Deucalión a quien aconsejó que construyera un arca con la que salvó a la especie humana convirtiéndose así en el bienhechor de los mortales.
Los hombres primitivos llevaban una vida salvaje, conocían el fuego pero no sabían conservarlo. Prometeo engañó a los dioses, se apoderó del fuego para entregárselo a los seres humanos en su beneficio.
Como castigo por su audacia, Zeus lo condenó a ser encadenado a una roca mientras un águila le roía incesantemente las entrañas que renacían a cada picotazo. 
Es posible relacionar este mito con el concepto de la búsqueda de conocimiento y la lucha por la libertad. Simboliza el espíritu humano en su deseo de desafiar los límites, explorar nuevas ideas y obtener conocimiento. Es un impulso relacionado con la curiosidad intelectual y el deseo de comprender y transformar el mundo que nos rodea.
Es el arquetipo de la rebeldía y la lucha por la autonomía individual. Casi el  Robin Hood de los titanes. Él tomó decisiones concientes y auténticas a costa de un tormento eterno. Ese castigo puede relacionarse con las heridas emocionales a las que Prometeo nos insta a bancarias para alcanzar la plenitud psicológica. 
El renacer de su hígado no es más que una metáfora de la fragilidad del hombre y al mismo tiempo de la posibilidad de reponerse, de repararse. 
¿Qué podía haber hecho Prometeo después de haber nacido con ese fuego interno, con ese impulso desafiante, explorador, curioso? Pensarlo sin entregar el fuego, sin enfrentar a Zeus, es imaginarlo también con una herida, pero una herida de impotencia, el águila viviendo en su interior comiendo su hígado por dentro, y toda su fuerza puesta a disposición de aquietar su impulso transformador. Contradigo a Efesto, ¡inútilmente nada!.

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