martes, 1 de agosto de 2017

Neurociencias: El valor de las caricias


Ps. Patricia Gagliardi
Nuestra supervivencia no está garantizada sólo por alimento y abrigo, es la caricia la que la asegura, es una necesidad básica, un alimento indispensable para un desarrollo emocional sano. La peor desnutrición es la emocional, todos necesitamos imperiosamente sentirnos queridos, la falencia que genera su ausencia no se suturará jamás. “Mis utopías tienen el sello de tus caricias” nos dice Mario Benedetti.
Desde que nacemos la caricia nos conecta con nosotros, con el otro, y con el mundo, nos anuncia que nos aceptaron, y dibuja nuestra geografía en el psiquismo. Las manos amorosas recorren el cuerpo del bebé y con ello recorta sus límites, traza en el cerebro la imagen mental corporal. El dolor fantasma, la anorexia nerviosa y la bulimia entre otros están relacionados con su carencia.
Oswaldo Guayasamin (1919~1999; Quito, Ecuador)
(Madre e hijo)

La “American Journal Psychiatry” la nominan como gestos terapéuticos cargados de significado, es una expresión que tiene sobre nosotros un poder superior a cualquier fármaco. Recibir una caricia en el rostro, cuerpo o un abrazo sentido generan la liberación de la oxitocina la también llamada hormona del amor, que nos permite relajarnos, disminuir la tristeza y la depresión.
La particularidad de las caricias es su intermitencia. El tacto registra una presión inicial pero después los receptores dejan de funcionar, se activan cuando aparece un cambio. Las neuronas asocian la sensación con códigos eléctricos. Cada descarga se transmite por el axón y la transmite a la médula espinal, de ahí pasa al hemisferio cerebral opuesto, al tálamo y hacia la corteza sensorial. Tenemos un mapa sensorial que tiene representada cada porción del cuerpo  no relacionada con el tamaño de sus áreas sino por el grado de sensibilidad, por eso el rostro y las manos ocupan más espacio, y más aún las yemas de los dedos. Lo cierto que la calidad, cantidad y frecuencia de estos circuitos generan cambios significativos en las estructuras y funciones del sistema nervioso, e inmunológico. 
Muchas investigaciones avalan el valor de las caricias. En la Universidad de Wisconsin se experimentó separando con un tabique de cristal a monos de sus crías, podían verse, oírse pero no tocarse. Otro grupo también se separó pero se le anexaron orificios al cristal y esto permitía el contacto físico y un tercer grupo con una  separación breve. El primer grupo manifestó graves problemas de conducta, convirtiéndose en solitarios y violentos.  El segundo no presentó problemas destacados de conducta y el tercero manifestó desconfianza e inseguridad. En la misma línea investigativa el doctor John Benjamín de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado descubrió que ratas acariciadas y tocadas frecuentemente tuvieron un crecimiento corporal mayor que aquellas que no habían sido acariciadas a pesar de obtener la misma ración alimentaria. También manifestaron similares diferencias a nivel de desarrollo cognitivo.
En síntesis la abundancia de caricias y abrazos equivalen a demasiados beneficios como para evitarlas, mejoran el funcionamiento inmunológico, mejora el crecimiento, aumenta el desarrollo cognitivo, reduce la tensión nerviosa, activan las endorfinas y con ello la sensación de bienestar, reducen el cortisol y la norepinefrina, es decir reducen la ansiedad y el estrés, nos introduce en el mundo, e incorpora el mundo en nosotros. Se expresará como dibujo, como el mamarracho que es la analogía de la tomografía computada de las caricias, aparecerá en la sonrisa y en el brillo de la mirada.
Rescato un texto de Eduardo Galeano:
Oriol Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.
Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.
Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos, así es la cosa. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje”.





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