martes, 17 de junio de 2025

Duelo y construcción

Psicóloga Patricia Gagliardi (Obra en óleo:  La creación del tiempo)

 La conciencia de la  muerte es una de las diferencias que nos constituye como Homo  Sapiens. Y esa conciencia nos provoca en muchos casos halo de temor con una celebración particular con un significado propio y único.

En El Aleph, J. L. Borges dice:  

La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo entre los mortales tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso.“   

Entre lo precioso y lo patético  una persona se construye día a día en los aspectos   cognitivos, afectivos y sociales como resultado de una interacción entre el contexto y sus disposiciones internas. Sabemos desde nuestra lucidez intelectual que la muerte es nuestro lugar común. Goza de una concepto de universalidad pero las sensaciones que provoca nubla la percepción de la lógica de esa certeza biológica del equilibrio poblacional, de que unos se van para que otros lleguen y que si existen los castigos éste no sería la muerte sino la inmortalidad. 

En un análisis  desde el punto de vista del constructivismo el duelo es un proceso emocional y por lo tanto tiene que ver cómo las personas construyen esos acontecimientos que atravesaron su vida y dependerá de sus creencias, de los valores de su propia cultura, y de cómo él y su grupo se han apropiado de dichos valores. Es decir se parte de un nivel de desarrollo individual real en términos vigotskyanos. 

La muerte de un ser querido no es algo objetivo, no se transitan las mismas etapas ni se experimentan los mismos sentimientos aún en el caso de que el vínculo sea el mismo, por ejemplo no todos los hijos de una familia vivirán de igual modo ese duelo. Hay un significado particular de la pérdida para cada uno, la transformación del mundo a partir de ese momento será único, si compartirán que no hay modo de volver a un estado anterior. 

Neimeyer propone desde un modelo conceptual constructivista supuestos básicos que implican que:

 * La muerte puede validar o no la suposiciones que sostienen la organización de nuestra vida y constituir una experiencia nueva para la que tendremos que construir un nuevo significado que ha sido desafiado por la pérdida 

* El duelo es un proceso personal, íntimo ligado a nuestro sentido de identidad y que es algo que nosotros mismos hacemos, no es delegable. Todos construimos y reconstruimos nuestra identidad a partir de.

* En el duelo los sentimientos tienen sus funciones y deben ser entendidos como señales de los esfuerzos que se realizan para atribuir significados.

Una pérdida significativa provoca una disonancia con nuestra identidad, hay una narrativa diferente antes y después del acontecimiento. En una tarea constructivista el terapeuta y el paciente se orientan a la nueva narrativa, la que  deberá encaminarse a escribir un mundo sin él o ella, a resolver un mundo en ausencia, a reorientar los sentimientos en donde esa significatividad pueda ser guiada, apoyada, andamiada pero el hacedor es el paciente. 

Como proceso que incluye la noción de tiempo y de evolución se encamina a establecer relaciones ricas entre quién era con él/ella y quién es ahora. Enlazar lo nuevo con lo viejo. En definitiva los humanos somos constructores de realidad y por ende nuestro trabajo es que resurja una nueva realidad: 


“Puedes llorar porque se ha ido o puedes sonreír porque ha vivido; puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado; tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver o puede estar lleno del amor que compartes; puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío, dar la espalda o puedes hacer lo que le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir” (poema escocés).


martes, 6 de mayo de 2025

El Eternauta y el duelo: cuando la muerte cae como la nieve


Psicóloga Patricia Gagliardi


  En la mítica historieta argentina "El Eternauta", escrita por Héctor Germán Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López, hoy serie de Netflix protagonizada por Ricardo Darín entre otros destacados actores argentinos, la muerte no llega con ruido ni dramatismo: cae lentamente, como una nevada silenciosa pero letal. Esa imagen, poética y perturbadora a la vez, se convierte en una poderosa metáfora para hablar del duelo. 

 
https://images.app.goo.gl/D6Fx2wtWZAgkiNAb7

La nevada tóxica que inicia la tragedia en El Eternauta representa una amenaza invisible que transforma la vida cotidiana en un infierno helado. De repente, los vínculos se rompen, las rutinas se quiebran y la única respuesta posible es el encierro y la resistencia. ¿No es acaso eso lo que sentimos ante una pérdida profunda? Ya sea por la muerte de un ser querido, una traición o una despedida, el duelo cae como esa nieve: lo cubre todo, nos aísla y congela las certezas. Oesterheld construye a su protagonista, Juan Salvo, como un hombre común. No es un héroe clásico, sino un sobreviviente, un buscador. Él encarna al doliente: aquel que, enfrentado a una catástrofe emocional, no puede hacer más que avanzar paso a paso, improvisando, reconstruyendo sentido mientras el mundo alrededor se desmorona. 

  En términos literarios, la obra puede leerse también como una alegoría existencial. Tal como en La peste de Albert Camus, donde una ciudad queda sitiada por la muerte y los personajes deben elegir entre la desesperación o la ética de la solidaridad, en El Eternauta se plantea una pregunta parecida: ¿cómo seguir siendo humano en medio del dolor? ¿cómo seguir siendo empático en medio de tanta tragedia? Desde la psicología, sabemos que el duelo es un proceso, una trabajo a realizar, no un estado, pone en movimiento y trasforma. Y que transitarlo implica sentir, atravesar el invierno emocional, buscar refugio interior, pero también contacto con otros. Juan Salvo no sobrevive solo. Lo hace junto a su familia, sus amigos, su comunidad. La resistencia compartida, la narrativa compartida, lo salvan. En eso, El Eternauta nos deja una lección: el dolor compartido puede ser el inicio de una reconstrucción más profunda.

  Como dijo Oesterheld en una entrevista antes de su desaparición: “El verdadero héroe colectivo es el pueblo mismo.” Lo mismo vale para el duelo: ninguna persona atraviesa una pérdida sola, aunque así lo sienta. La comunidad, el amor y el recuerdo se vuelven formas de seguir viviendo. 

  El duelo, como la nevada en El Eternauta, es al principio paralizante. Pero si nos damos el tiempo para sentir, resistir y reconstruir, también puede ser una experiencia que revele nuestra fortaleza más honda y el valor del lazo humano.

martes, 10 de septiembre de 2024

¿Cuánto tiempo es una vida?

lunes, 9 de septiembre de 2024

La tristeza: Un análisis desde la Psicología de las Emociones

 La Tristeza: Un Análisis desde la Psicología de las Emociones

Psicóloga Patricia Gagliardi


jueves, 8 de agosto de 2024

El duelo en un poema

lunes, 29 de julio de 2024

Tips para reducir tu angustia


 

Consecuencias de los duelos prolongados

 

Seguir adelante sin quedar atrapad@ después de la pérdida

Psic. Patricia Gagliardi

El duelo es una experiencia profundamente humana que, aunque puede ser una oportunidad para el crecimiento personal y el fortalecimiento emocional, también puede convertirse en una trampa si se prolonga o no se maneja adecuadamente. El dolor y el estrés asociados al duelo tienen una función adaptativa, ayudándonos a procesar la pérdida y a reorganizar nuestras vidas. Sin embargo, cuando superan ciertos límites, pueden ser contraproducentes, afectando negativamente nuestra salud mental y física.

Efectos Cognitivos del Duelo Prolongado

El cerebro humano a menudo lucha por comprender la pérdida de un ser querido, lo que puede llevarnos a buscar explicaciones o a caer en un ciclo de pensamientos imaginando situaciones de anulación de la pérdida y ensayando diferentes escenarios posibles,  lo cual nos deja atrapados en un bucle de sufrimiento (Stroebe, Schut, & Stroebe, 2007). Este proceso puede establecer conexiones neuronales disfuncionales que, si se refuerzan repetidamente, se convierten en la respuesta automática del cerebro a situaciones similares produciendo generalizaciones.

A largo plazo, el duelo no elaborado puede afectar diversas funciones cognitivas, desde la atención y la memoria hasta la toma de decisiones, la función visuoespacial, la fluidez verbal e incluso la velocidad de procesamiento de la información (Fagundes & Wu, 2020). Esta disfunción cognitiva puede deberse a cambios en la estructura y función cerebral, incluyendo una reducción en la actividad de la corteza prefrontal, que es crítica para la regulación emocional y el pensamiento racional (O'Connor et al., 2008).

Integración Racional y Emocional

Superar el duelo implica un delicado equilibrio entre la parte racional y la parte emocional del cerebro. La integración de estas dos facetas es esencial para no quedar atrapados en los sentimientos sin la mediación del pensamiento racional, o para evitar reprimir los sentimientos en favor de un enfoque excesivamente racional (Bonanno, 2004). La meditación mindfulness ha demostrado ser una herramienta efectiva para reconectar con el presente, ayudando a las personas a encontrar consuelo en el "aquí y ahora" (Garland et al., 2010). Cuando la mente viaje hacia pensamientos oscuros, la práctica de mindfulness enseña a llevarla de vuelta suavemente al presente, promoviendo una mayor conciencia y aceptación de las emociones.

Proceso de Adaptación y Creación de Nuevos Significados

El duelo no es un proceso lineal, y aprender a vivir con la pérdida puede ser un camino lleno de desafíos. La muerte de un ser querido altera profundamente nuestro "mapa" mental, lo que puede hacer que nos sintamos perdidos mientras nuestro cerebro intenta encontrar un nuevo sentido a las cosas (Bonanno, 2004). Con el tiempo, sin embargo, podemos establecer nuevas conexiones neuronales y encontrar nuevas formas de relacionarnos con el mundo, desarrollando significados que nos permitan seguir adelante.

Es importante recordar que seguir adelante no implica olvidar a la persona que hemos perdido, sino encontrar una nueva forma de vivir que honre su memoria. Esto probablemente es lo que esa persona desearía para nosotros, y es un paso esencial para la recuperación y el crecimiento personal.

Referencias Bibliográficas

  • Bonanno, G. A. (2004). Loss, trauma, and human resilience: Have we underestimated the human capacity to thrive after extremely aversive events? American Psychologist, 59(1), 20-28.

  • Fagundes, C. P., & Wu, E. L. (2020). The role of the immune system in the psychological effects of bereavement. Psychosomatic Medicine, 82(2), 105-113.

  • Garland, E. L., Gaylord, S. A., & Fredrickson, B. L. (2010). Positive reappraisal mediates the stress-reductive effects of mindfulness: An upward spiral process. Mindfulness, 2(1), 59-67.

  • O'Connor, M. F., Wellisch, D. K., Stanton, A. L., Eisenberger, N. I., Irwin, M. R., & Lieberman, M. D. (2008). Craving love? Enduring grief activates brain's reward center. NeuroImage, 42(2), 969-972.

  • Stroebe, M., Schut, H., & Stroebe, W. (2007). Health outcomes of bereavement. The Lancet, 370(9603), 1960-1973.