Psicóloga Patricia Gagliardi (Obra en óleo: La creación del tiempo)
La conciencia de la muerte es una de las diferencias que nos constituye como Homo Sapiens. Y esa conciencia nos provoca en muchos casos halo de temor con una celebración particular con un significado propio y único.
En El Aleph, J. L. Borges dice:
La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo entre los mortales tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso.“
Entre lo precioso y lo patético una persona se construye día a día en los aspectos cognitivos, afectivos y sociales como resultado de una interacción entre el contexto y sus disposiciones internas. Sabemos desde nuestra lucidez intelectual que la muerte es nuestro lugar común. Goza de una concepto de universalidad pero las sensaciones que provoca nubla la percepción de la lógica de esa certeza biológica del equilibrio poblacional, de que unos se van para que otros lleguen y que si existen los castigos éste no sería la muerte sino la inmortalidad.
En un análisis desde el punto de vista del constructivismo el duelo es un proceso emocional y por lo tanto tiene que ver cómo las personas construyen esos acontecimientos que atravesaron su vida y dependerá de sus creencias, de los valores de su propia cultura, y de cómo él y su grupo se han apropiado de dichos valores. Es decir se parte de un nivel de desarrollo individual real en términos vigotskyanos.
La muerte de un ser querido no es algo objetivo, no se transitan las mismas etapas ni se experimentan los mismos sentimientos aún en el caso de que el vínculo sea el mismo, por ejemplo no todos los hijos de una familia vivirán de igual modo ese duelo. Hay un significado particular de la pérdida para cada uno, la transformación del mundo a partir de ese momento será único, si compartirán que no hay modo de volver a un estado anterior.
Neimeyer propone desde un modelo conceptual constructivista supuestos básicos que implican que:
* La muerte puede validar o no la suposiciones que sostienen la organización de nuestra vida y constituir una experiencia nueva para la que tendremos que construir un nuevo significado que ha sido desafiado por la pérdida
* El duelo es un proceso personal, íntimo ligado a nuestro sentido de identidad y que es algo que nosotros mismos hacemos, no es delegable. Todos construimos y reconstruimos nuestra identidad a partir de.
* En el duelo los sentimientos tienen sus funciones y deben ser entendidos como señales de los esfuerzos que se realizan para atribuir significados.
Una pérdida significativa provoca una disonancia con nuestra identidad, hay una narrativa diferente antes y después del acontecimiento. En una tarea constructivista el terapeuta y el paciente se orientan a la nueva narrativa, la que deberá encaminarse a escribir un mundo sin él o ella, a resolver un mundo en ausencia, a reorientar los sentimientos en donde esa significatividad pueda ser guiada, apoyada, andamiada pero el hacedor es el paciente.
Como proceso que incluye la noción de tiempo y de evolución se encamina a establecer relaciones ricas entre quién era con él/ella y quién es ahora. Enlazar lo nuevo con lo viejo. En definitiva los humanos somos constructores de realidad y por ende nuestro trabajo es que resurja una nueva realidad:
“Puedes llorar porque se ha ido o puedes sonreír porque ha vivido; puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado; tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver o puede estar lleno del amor que compartes; puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío, dar la espalda o puedes hacer lo que le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir” (poema escocés).
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