viernes, 14 de noviembre de 2025

 

Acompañar a un Ser Querido en sus Últimos Días: 

El Poder de las Palabras que Sanan

psic. Patricia Gagliardi


Despedir a un ser querido moribundo es una de las experiencias humanas más delicadas y transformadoras. No hay manual, no hay forma correcta de hacerlo, y aun así todos llegamos a ese borde alguna vez en la vida. En ese umbral donde el tiempo parece detenerse, surge una verdad que atraviesa cuerpo y alma:
lo que más duele no es la partida… sino lo que nunca dijimos.

La ciencia lo confirma. Desde la psicología del duelo hasta los estudios en neurociencias afectivas, sabemos que la inconclusión emocional —esas palabras guardadas, los agradecimientos postergados, los miedos no hablados— puede intensificar el sufrimiento en los meses posteriores a la pérdida. El cerebro necesita coherencia, cierre, sentido. Nuestra parte más racional busca explicaciones; nuestra parte más emocional busca despedidas.

Y cuando no las hay, el sistema de estrés se activa. La amígdala permanece en alerta, el cuerpo interpreta la separación como una amenaza, y el duelo se vuelve más pesado. No se trata de “cerrar todo perfectamente”, sino de reducir la carga emocional que queda flotando cuando silenciamos lo esencial.

La presencia que acompaña, la palabra que libera

Acompañar a alguien que está muriendo no es fácil. El miedo aparece:
miedo a quebrarnos, miedo a lastimar, miedo a ver el final.
El corazón se parte en dos: una mitad quiere permanecer fuerte; la otra quiere huir del dolor.

Sin embargo, los estudios en cuidados paliativos muestran que la comunicación honesta, suave y amorosa es uno de los factores que más alivio proporcionan tanto al paciente como a los familiares. Las palabras no alargan la vida, pero sí pueden ensancharla, darle un cierre más humano.

Decir lo que necesitamos decir no solo honra a quien se va:
también reorganiza nuestro sistema emocional, favoreciendo un duelo más saludable.

Qué decir… y cómo decirlo

No existe la frase perfecta. Pero existe la intención perfecta: la verdad que nace del corazón.

Podés decirle:

  • “Gracias por todo lo que hiciste por mí.”

  • “Perdoname si alguna vez te herí.”

  • “Te quiero. Estoy acá.”

  • “¿Hay algo que necesites en este momento?”

Los estudios en vínculo emocional muestran que la resonancia afectiva —estar presente, escuchar, sostener una mano, regular la respiración con la otra persona— genera un impacto directo en los circuitos del bienestar, tanto en quien acompaña como en quien está partiendo.

La presencia calma.
El contacto regula.
Y la palabra libera.

Cuando el corazón habla, la ciencia acompaña

Acompañar a alguien que está muriendo es un acto de amor absoluto. No necesita perfección: necesita verdad.
Necesita respiración conjunta, humanidad, y ese tipo de valentía que aparece cuando sabemos que el tiempo es frágil.

La evidencia científica señala que estos momentos pueden convertirse en un factor protector durante el duelo: promueven la aceptación, disminuyen la culpa y facilitan la elaboración emocional del adiós. Son pequeñas grandes acciones que dejan huellas de paz.

Porque a veces, la última oportunidad de decir “te quiero” dura solo un suspiro.
Y ese suspiro puede cambiar la forma en que recordamos… y la forma en que seguimos viviendo.


Aquí podés ver el reel inspirado en este escrito:



No hay comentarios:

Publicar un comentario