Felicidad, duelo y alegría:
¿pueden convivir?
Cuando atravesamos un momento doloroso, es común pensar que la felicidad desaparece por completo. Muchas personas me dicen: “No estoy alegre… entonces no debo ser feliz”.Pero esa equivalencia, aunque intuitiva, no es correcta.En realidad, la alegría y la felicidad no son lo mismo, y comprender esa diferencia nos permite atravesar el duelo con más claridad, menos culpa emocional y un mayor sentido de autocuidado.
Alegría y felicidad: dos sistemas diferentes en el cerebro
Desde la neurociencia sabemos que la alegría es una emoción puntual, activa y visible, generada por la activación de los circuitos dopaminérgicos. Es rápida, intensa y breve. Como una chispa. La felicidad, en cambio, es un estado más profundo. Está relacionada con:
- valores personales,
- sensación de coherencia interna,
- regulación emocional,
- y sistemas de bienestar sostenido, como la oxitocina y la activación de redes vinculadas al sentido de vida.
Por eso, alguien puede no sentir alegría durante el duelo —lo cual es esperable— y aun así mantener un nivel interno de felicidad, una calma serena que no depende de estímulos externos, sino de lo que la persona construye día a día.
Durante el duelo, la alegría baja… pero la felicidad no tiene por qué desaparecer
El duelo impacta directamente en el sistema dopaminérgico. Las cosas que antes nos generaban placer o entusiasmo pueden dejar de hacerlo temporalmente. Esto no es un fallo de la persona, sino un ajuste normal del cerebro frente a la pérdida.
Lo que no desaparece es la capacidad de conectar con:
- aquello que nos sostiene,
- nuestros valores,
- gestos mínimos de cuidado,
- vínculos seguros,
- y pequeñas experiencias de calma.
A eso le llamamos felicidad profunda, diferente del entusiasmo o la euforia, pero igual de valiosa.
Tips de autocuidado para fortalecer la felicidad profunda
A continuación te comparto pequeñas prácticas que podés incorporar, cada una fundamentada en procesos neuropsicológicos. Son simples, breves y accesibles para cualquier día difícil.
1. Micro-pausas conscientes
Tomarte unos segundos para respirar lento y profundo ayuda a reducir la activación del sistema nervioso simpático.Esta regulación inmediata genera una base fisiológica para sostener un bienestar más estable.2. Contacto afectivo seguro
Abrazar, sostener una mano o incluso autocolocarte una mano en el pecho activa circuitos oxitocínicos que favorecen calma, conexión y seguridad interna.
3. Rutinas pequeñas y constantes
Acciones como hidratarte, ordenar un rincón o caminar cinco minutos generan una sensación de continuidad y control suave, clave cuando las emociones son intensas.
4. Conectar con tus valores del día
Preguntarte “¿Qué es importante para mí hoy?” y hacer un gesto mínimo coherente con esa respuesta fortalece la felicidad basada en sentido, no en emoción pasajera.
5. Nutrir tus sentidos
Luz natural, música suave o aromas agradables activan el sistema parasimpático y facilitan la recuperación emocional a través de la experiencia sensorial.
6. Autodiálogo compasivo
Frases como “Hoy hago lo que puedo” reducen la autocrítica, que suele amplificarse en el duelo, y promueven una experiencia de bienestar interno sostenido.
7. Movimiento amable
El movimiento suave (estirarte, caminar, mover hombros) reduce tensión muscular y ayuda a mejorar el tono emocional general.
8. Elegir un anclaje de calma
Puede ser una imagen, un objeto o una frase. Funciona como recordatorio emocional y cognitivo de que podés volver a vos misma incluso en un día difícil.
En síntesis
- La ausencia de alegría no significa ausencia de felicidad.
- La alegría es onda corta.
- La felicidad es frecuencia profunda.
- Y ambas pueden coexistir en el duelo, cada una con su propio tiempo.