martes, 2 de diciembre de 2025

Felicidad, duelo y alegría

 

Felicidad, duelo y alegría: 

¿pueden convivir?

 psicóloga Patricia Gagliardi 


Cuando atravesamos un momento doloroso, es común pensar que la felicidad desaparece por completo. Muchas personas me dicen: “No estoy alegre… entonces no debo ser feliz”.

Pero esa equivalencia, aunque intuitiva, no es correcta.

En realidad, la alegría y la felicidad no son lo mismo, y comprender esa diferencia nos permite atravesar el duelo con más claridad, menos culpa emocional y un mayor sentido de autocuidado.

Alegría y felicidad: dos sistemas diferentes en el cerebro

Desde la neurociencia sabemos que la alegría es una emoción puntual, activa y visible, generada por la activación de los circuitos dopaminérgicosEs rápida, intensa y breve. Como una chispa. La felicidad, en cambio, es un estado más profundo. Está relacionada con:
  •     valores personales,
  •     sensación de coherencia interna,
  •     regulación emocional,
  • y sistemas de bienestar sostenido, como la oxitocina y la activación de redes vinculadas al sentido de vida.

Por eso, alguien puede no sentir alegría durante el duelo —lo cual es esperable— y aun así mantener un nivel interno de felicidad, una calma serena que no depende de estímulos externos, sino de lo que la persona construye día a día.

Durante el duelo, la alegría baja… pero la felicidad no tiene por qué desaparecer

El duelo impacta directamente en el sistema dopaminérgico. Las cosas que antes nos generaban placer o entusiasmo pueden dejar de hacerlo temporalmente. Esto no es un fallo de la persona, sino un ajuste normal del cerebro frente a la pérdida.  
Lo que no desaparece es la capacidad de conectar con:
  •     aquello que nos sostiene,
  •     nuestros valores,
  •     gestos mínimos de cuidado,
  •     vínculos seguros,
  •     y pequeñas experiencias de calma.

A eso le llamamos felicidad profunda, diferente del entusiasmo o la euforia, pero igual de valiosa.

Tips de autocuidado para fortalecer la felicidad profunda 

A continuación te comparto pequeñas prácticas que podés incorporar, cada una fundamentada en procesos neuropsicológicos. Son simples, breves y accesibles para cualquier día difícil.


1. Micro-pausas conscientes

Tomarte unos segundos para respirar lento y profundo ayuda a reducir la activación del sistema nervioso simpático.

Esta regulación inmediata genera una base fisiológica para sostener un bienestar más estable.


2. Contacto afectivo seguro

Abrazar, sostener una mano o incluso autocolocarte una mano en el pecho activa circuitos oxitocínicos que favorecen calma, conexión y seguridad interna.


3. Rutinas pequeñas y constantes

Acciones como hidratarte, ordenar un rincón o caminar cinco minutos generan una sensación de continuidad y control suave, clave cuando las emociones son intensas.


4. Conectar con tus valores del día

Preguntarte “¿Qué es importante para mí hoy?” y hacer un gesto mínimo coherente con esa respuesta fortalece la felicidad basada en sentido, no en emoción pasajera.


5. Nutrir tus sentidos

Luz natural, música suave o aromas agradables activan el sistema parasimpático y facilitan la recuperación emocional a través de la experiencia sensorial.


6. Autodiálogo compasivo

Frases como “Hoy hago lo que puedo” reducen la autocrítica, que suele amplificarse en el duelo, y promueven una experiencia de bienestar interno sostenido.


7. Movimiento amable

El movimiento suave (estirarte, caminar, mover hombros) reduce tensión muscular y ayuda a mejorar el tono emocional general.


8. Elegir un anclaje de calma

Puede ser una imagen, un objeto o una frase. Funciona como recordatorio emocional y cognitivo de que podés volver a vos misma incluso en un día difícil.


En síntesis

  • La ausencia de alegría no significa ausencia de felicidad.
  • La alegría es onda corta.
  • La felicidad es frecuencia profunda.
  • Y ambas pueden coexistir en el duelo, cada una con su propio tiempo.