Importancia de las relaciones interpersonales en el
aprendizaje
Ps. Patricia Gagliardi
En el aprendizaje inciden
muchos factores, y de la confluencia de ellos dependerá su resultado. Este proceso se da en un encuentro entre
alguien que ocupa un rol docente y otro u otros que cumplen un rol de alumno, y
allí también se cruzan las expectativas
de cada uno, se entrelaza una relación ligada a emociones porque estas son algo
que fluyen naturalmente entre las personas ya que son esenciales para la especie humana.
Desde el famoso
latiguillo “la letra con sangre entra” a la actualidad se han generado cambios
que han puesto a revisar y a
reinterpretar los modelos teóricos educativos. Aunque cabe destacar que en
todos ellos el aspecto emocional juega un papel preponderante principalmente a
la hora de medir resultados.
Para que un alumno tenga una actitud favorable en el
proceso de elaboración del aprendizaje requiere de la disponibilidad de
estructuras de conocimiento bien desarrolladas tanto como de la voluntad para
hacer el esfuerzo de aprender, y es éste el que otorga el sentido al
aprendizaje.
Si
consideramos al aprendizaje como un proceso constructivo interno no bastará con
que el docente realice la presentación
del material aunque esté correctamente preparado, sino que el rol del alumno
también es activo y necesitará realizar una representación interior asociada a
sus ideas previas, impulsada por sus expectativas, sus habilidades, sus
intereses para que en esta interacción el aprendizaje se produzca.
El concepto de Aprendizaje significativo fue utilizado por David Ausubel en los
siguientes términos: “hay aprendizaje
significativo si la tarea de aprendizaje puede relacionarse, de modo no
arbitrario y sustancial, con lo que el alumno ya sabe y si éste adopta la
actitud de aprendizaje correspondiente para hacerlo así.(Ausubel, Novak y Hanesian, 1983) Siendo entonces el aprendizaje significativo un proceso que se genera en la mente
humana cuando incluye nuevas informaciones de manera no arbitraria y sustantiva,
que la nueva información debe relacionarse con las estructuras de conocimiento
disponibles de una forma sustancial, no arbitraria y no literal y que la interacción sustancial entre el
material y la estructura de conocimiento del sujeto aumenta el número de conexiones
no arbitrarias y favorece la elaboración de nuevas relaciones. Así tanto el
material como los conocimientos previos se ven modificados aunque requiere de
tres condiciones que si se concretan conjuntamente y la metodología de
enseñanza basada en el aprendizaje tiene éxito, la significativad lógica del
material pasa a convertirse en significatividad psicológica. Se genera una
asimilación tal que la estructura de conocimiento difiere tanto del
conocimiento previo como del material objeto de aprendizaje. Estas condiciones
son:
·
un material potencialmente
significativo, es decir, que posea significatividad lógica
·
la presencia de ideas de anclaje en la
estructura cognitiva del que aprende.
Y la tercera a la que me avocaré en
el siguiente trabajo:
·
predisposición para aprender
consistente en una actitud favorable por parte del alumno con voluntad para
realizar un esfuerzo cognitivo acompañada de actitud positiva.
Joseph Novak (1981) sostiene que cualquier evento educativo es una
acción para cambiar significados y sentimientos tanto en el alumno como en el
profesor y que hay una estrecha relación entre la experiencia afectiva que el
alumno sostiene con el proceso educativo y la predisposición para aprender. Predisposición
que suele nominarse como motivación. Cabe destacar que La motivación se ha sobredimensionado y
suele ser una explicación comodín cuando se hace referencia al
aprendizaje y a su falta cuando se quieren explicar los fracasos del mismo.
Será válido que en esta instancia me detenga en su conceptualización para
responder a qué hacemos referencia
cuando la mencionamos y porqué establecer una relación directa entre la
motivación y el afecto.
Huertas. J.A.
(2010) define a la motivación como el proceso psicológico que supone la
activación de procesos cognitivos, afectivos y emocionales, los cuales dirigen
y orientan la acción de forma deliberada o intencional.
En
la actualidad , la literatura científica definió los rasgos distintivos de la motivación,
siendo estos: su carácter activo y voluntario, es decir que la acción motivada
no está regulada completamente por una imposición externa; su persistencia
en el tiempo, ya que si bien
la motivación es algo que fluye permanece en el sujeto, su vinculación con necesidades adaptativas porque su puesta en
marcha persigue la consecución de un estado de mayor adaptación; participación
de componentes afectivo-emocionales,
la actividad motivacional está cargada
emocionalmente y consecución
de un objetivo, ya que una acción es
motivadora al dirigirse hacia una meta.
El ser humano nace
predispuesto a preferir ciertos incentivos emocionalmente activadores,
protomotivos (McClelland 1985)[1] sus preferencias están ya
relacionadas con el aspecto humano esto derivará en la aceptación de los
requisitos para la pertenencia a un grupo social, también la curiosidad y la
conducta exploratoria son necesidades básicas del ser humano. Estas serían las
pautas que guiarán el desarrollo posterior de la motivación. Así queda fijado
un origen con un componente afectivo motivacional y con ello se establece una
relación genética entre emociones y pautas motivacionales. Pero “aunque defendamos la utilidad de buscar los
componentes originales de los patrones afectivos, que tienen que estar
entroncados con la filogenia humana, no pensamos que su existencia determine
rígidamente el desarrollo posterior de los motivos…..a partir de este principio
el sujeto se ve inmerso en su actividad dentro de su ambiente social, y es aquí
donde co-construirá e internalizará sus esquemas motivacionales. La verdadera
canalización de su desarrollo no estará determinada por pautas fijas, sino más
bien por el sentido que los actores que intervienen en su desarrollo dan a los
significados sociales que usan. En definitiva, a lo largo de su desarrollo
social el niño construirá sus esquemas afectivo-emocionales a partir de ciertas
predisposiciones, pero en su interacción social puede variar o modificar lo
prefijado” (Huertas, 2006). Si pensamos en la vida de un escolar más de un 50%
de su interacción social se desarrolla en la escuela y más específicamente en
el aula.
Puedo señalar que los
formatos cooperativos son uno de los mejores modos para que aparezca en los
participantes la motivación para el aprendizaje porque al estar basado en la
autonomía y formar parte de un grupo que realiza una tarea con éxito aumenta
las posibilidades de aprendizaje de cada sujeto del grupo y aún más si se desarrolla
en un escenario emocionalmente adecuado en donde las relaciones interpersonales
estén bañadas de aceptación y respeto, donde la expresión espontánea y sincera
no sea censurada con condiciones adecuadas de participación, equivocación y
rectificación de los aportes. Esto se logra con comunicación interpersonal
fluida. Todas las relaciones humanas se fundamentan en la comunicación. La pertenencia a un grupo y la integración son
provocadas por la comunicación, porque al expresarse y relacionarse el alumno gana
confianza, autoestima y compromiso social
Los alumnos que trabajan en
grupos cooperativos aprenden más que aquellos que lo hacen en clases
organizadas de manera tradicional (Slavin,1999) Las teorías que lo explican se
pueden dividir en teorías motivacionales y cognitivas. Desde las motivacionales
se afirma que “cuando los alumnos trabajan juntos para alcanzar un objetivo
colectivo llegan a expresar normas que favorecen el hacer lo que sea necesario
para que el grupo tenga éxito. (Deutsch, 1949, Thomas, 1957)[2] También las teorías
cognitivas destacan efectos positivos en el trabajo en conjunto.
Sin embargo “la consecuencia
psicológica más importante es su efecto sobre la autoestima de los alumnos. Es
esencial que los alumnos estén convencidos de que son personas valiosas e
importantes para que puedan tolerar las desilusiones de la vida, tomar
decisiones con confianza y, finalmente ser felices y productivos” (Slavin, 1999).
Trabajar en grupo implica
aplicar técnicas de discusión verbal y en este escucharse, responderse,
argumentar se generen vínculos profesor- alumnos que permite desarrollar
habilidades sociales deseadas y un aumento de la confianza en sí mismo. Los
alumnos aprenden de los demás, en sus discusiones sobre los contenidos aparecen
intercambios sobre los contenidos, aparecen conflictos, se discute, expone,
razona y surgen comprensiones de calidad superior y por ende el pleno
desarrollo de una competencia. Según P.
Perrenoud las competencias permiten hacer frente a una situación compleja, es
necesario construir una respuesta adaptada que no haya sido previamente
memorizada.
Las competencias
comunicativas se perfeccionan a fuerza de hablar[3]. La comunicación de los
alumnos dentro del grupo provoca integración, sentido de pertenencia y
autovaloración. En la expresión es que se gana confianza, encuentra un
significado a sus palabras y mejora sus logros académicos. El discurso vincula
lo social con lo cognitivo (Vigotsky, 1979; Cazden ,1986). La comunicación en el aula debería permitir a
los participantes construir significados compartidos, tanto en lo cognitivo
como en lo social. Para todo ello la distribución aulica juega un
papel fundamental. La estructura material del aula, el tipo de comunicaciones y
las relaciones que se establecen en ella determinan la enseñanza aprendizaje
(Dussel,Caruso.1999)
Si cotejamos lo anterior con
la realidad del aula nos encontramos con
otra escena, teóricamente los docentes nos embanderamos con el constructivismo
pero las aulas están plantadas en una concepción academicista donde la reina es
el contenido y el alumno sigue esperando en fila.
Cabe preguntarse por la
mirada de los docentes hoy, ¿cómo favorecen las relaciones interpersonales?,
¿qué distribución aulica es la más utilizada? ¿favorece esta la comunicación?,
¿reconocen que motivación y afecto están están asociados?, ¿valoran a los lazos
afectivos-comunicacionales como favorecedores del aprendizaje?
Según mi particular apreciación los docentes no
desconocemos la importancia de lo afectivo en el aprendizaje, pero desde una
posición teórica ya que en un gran porcentaje
no se ve reflejado en el aula. Hay una contrastación entre estilos de
enseñanza, el tratamiento de los procesos de grupo y las relaciones
interpersonales en el aula y los modelos de convivencia impuestos y el clima
socio-afectivo imperante. La disciplina ha quedado asociada al silencio, a la
quietud, al alineamiento espacial y por ende también al aprendizaje. Esto no
implica sostener que no debe existir la disciplina, por el contrario, y tomando
las palabras de Jon Dewey, el orden y la
disciplina deben existir, sólo que son activos, no silenciosos e inmóviles.
Tanto los informes individuales de los alumnos como
las reuniones de padres suelen anunciar como aspecto negativo “alumno
conversador”. Esta es una paradoja escolar ya que lo negativo intraescolar es
una habilidad extraescolar. Las relaciones humanas se gestan en la
comunicación.
Actualmente se evidencian muchos artículos en torno al
control de la violencia en la escuela, en las agresiones tanto de alumnos a
alumno, maestros y padres y maestros y
alumnos. Se habla del miedo de los docentes a los alumnos violentos, pero muy
poco en relación a de qué modo se contemplan las buenas relaciones en el ámbito
educativo, de qué espacio hay para la comunicación, no para la pregunta y la
respuesta, sino para el dialogo para conocer y conocerme.
Frases como “no tienen ganas de aprender” “no les
interesa nada” “no están motivados” son frecuentes en cualquier encuentro
docente y siendo la motivación un rasgo esencial para el aprendizaje
significativo no se contempla que es modificada positivamente por las buenas
relaciones afectivas en el aula.
Recorriendo las aulas
podemos observar que los grupos son
habitualmente numerosos. La ubicación
habitual elegida por los docentes es en hileras de a dos. Sosteniendo que la
arquitectura del aula favorece o entorpece las relaciones interpersonales, las
hileras en el aula generan una barrera para la conversación y la comunicación porque no comunicamos sólo
con el habla sino con los gestos, somos
“lectores” de las acciones y las interacciones de los demás”[4].
Verse, mirarse con el otro, apreciar sus gestos estimula el desarrollo de la
inteligencia interpersonal. Las prácticas educativas se despliegan en la trama
tejida por la afectividad, las emociones, las relaciones intersubjetivas y la
construcción de significados compartidos. (Valdez, 2011).
El criterio predominante
para la distribución es la disciplina y la actitud es una vigilancia panóptica. Cita obligada es aquí Foucault “la disciplina procede ante todo a la
distribución de los individuos en el espacio”..”Es preciso anular los efectos
de las distribuciones indecisas, la desaparición incontrolada de los
individuos, su circulación difusa, su coagulación inutilizable y peligrosa” [5] se continúa vigilando y
castigando.
En entrevistas realizadas a docentes se
escucha que no se contempla tiempo de comunicación espontánea y hasta puedo aseverar que en muchos casos es
considerada negativamente. Los docentes que otorgan tiempo para una comunicación
espontánea corresponden a docentes de los primeros grados de la escolaridad
primaria. Sin embargo frente al interrogante de la comunicación guiada con
fines didácticos hubo coincidencia plena, es decir que la comunicación que es
aceptada es aquella a modo de monólogo del docente con pequeñas intervenciones
del alumnado, intervenciones que no modifican el guión del docente, es decir no
hay conflicto, sólo hay respuestas, generalmente la discusión queda vedada,
prevaleciendo el lenguaje del currículo y el del control anulándose el lenguaje
de identidad personal, se ve como una
característica negativa el alumno conversador. La imagen del alumno pasivo,
receptor de información parece insistir y como par inseparable, ser conversador
es ser mal alumno.
Siendo el presente escrito
una aproximación reflexiva en torno a esta problemática resta concluir que
todas las consideraciones expuestas reflejan que una buena relación maestro-
alumnos y alumnos entre sí puede incidir en un mejor resultado del proceso de
aprendizaje, que un grupo de trabajo apropiado mejora el rendimiento escolar,
que los grupos necesitan interactuar y que los factores afectivos no tienen hoy
en las escuelas la relevancia esperada, y que el interés está más avocado al
desarrollo de contenidos. Si bien hay una gran insistencia de los enfoques
actuales de enfatizar las competencias cognitivas más cálidas como la
afectividad y las estrategias vinculares no se ve reflejado en las aulas o bien
relegados a un segundo plano en la práctica educativa.
Educamos para desarrollar
capacidades deseables en el hombre, como que aprenda a aprender, que pueda
comunicarse, expresarse, escuchar, que tenga habilidades para saber discutir,
argumentar, actuar y convivir en grupo, ser un ser social útil.
En la vida como en el aula la persona necesita afecto,
sentir que pertenece al grupo, tener reconocimiento. La relación maestro alumno
no es un hecho casual e intrascendente, es tan culminante que trasciende en la
formación y en la vida del educando.
Bruner evoca la señorita Orcutt como “…Era un acontecimiento humano, no un mecanismo de transmisión…”,
breguemos por mas acontecimientos humanos en las aulas.
BIBLIOGRAFÍA
§ Aparicio, J. J.; Moneo, M. R.: “Aprendizaje
significativo y aprendizaje con sentido” Clase 8 Diplomatura en Constructivismo
y Educación, 2011, Flacso.
§
Ausubel,
D. P., Novak, J. y Hanesian, H., Psicología educativa, México, Trillas, 1993.
§ Baquero, R. (1995), "Psicología
Educacional y aprendizaje escolar: problemas y perspectivas", Propuesta Educativa, 11.
§
Bruner,
J: Desarrollo cognitivo y educación. Madrid. Editorial Morata 2008.
§ Carretero, M., Introducción a la psicología cognitiva, Buenos Aires, Aique, 1997.
§ Carretero, M:
"Desarrollo cognitivo y aprendizaje", en Constructivismo
y educación, Buenos Aires, Paidós , 2009
§ Carretero, Mario:
"Desarrollo cognitivo del niño pequeño", en Novedades
educativas, Buenos Aires, 1996.
§ Carretero, Mario:
“Desarrollo cognitivo y aprendizaje del niño pequeño” Clase 2 Diplomatura en
Constructivismo y Educación, 2011, Flacso.
§ Carretero, Mario:
“Psicología congitiva y educación” clase 7 Diplomatura en Constructivismo y
Educación, 2011, Flacso.
§
Cazden,
C: El discurso en el aula. Paidós. 1991.
§
Dussel,
I., Caruso M.: La invención del aula, Santillana,1999.
§
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J. A: Motivación, querer aprender. Editorial Aique. 2006.
§
Huertas,
J. A; Montero, I: La interacción en el aula. Aique. 2001.
§
Huertas,
J. A: “Motivación y aprendizaje” Clase 10 Diplomatura en Constructivismo y
Educación, 2011, Flacso.
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P.: La construcción del éxito y del fracaso escolar. Morata, 1990.
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I: Aprendices y maestros. Alianza. 1996
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Pozo, J.
I: Teorías cognitivas del aprendizaje. Morata. 2010.
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R: Aprendizaje cooperativo. Aique. 1999.
§
Valdez,
D. (2001), "Problemas de aprendizaje/ problemas de enseñanza: hacia una
recontextualización del problema", Novedades Educativas, Año 13.
§
Valdez,
D: “Las relaciones interpersonales y la práctica comunicativa en el aula” Clase
11 Diplomatura en Constructivismo y Educación, 2011, Flacso.
[1] Citado en “Motivación, querer
aprender” Juan Antonio Huertas, Aique 2006.
[2] Citado en “Aprendizaje cooperativo”
R. Slavin, Aique, 1999
[3] Cazden destaca por lo menos tres
lenguajes en el aula: el lenguaje del currículo, a través del que se realiza la
enseñanza y se muestra lo aprendido; el lenguaje de control, mantenido por el
docente y el lenguaje de identidad personal.
[4] Apartado
“Competencias mentalistas y
práctica educativa” en clase 11 “Relaciones interpersonales y práctica
comunicativa en el aula” de Daniel Valdéz,
Flacso
[5] M. Foucault “Vigilar y Castigar”
(1987) citado en Carina Kaplan “Buenos y malos alumnos” Ed. Aique, 2010.
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