martes, 29 de abril de 2014

El valor de la biografía escolar en la carrera de formación docente

Ps. Patricia Gagliardi


“Los estudiantes llegan a la carrera de formación de
profesorado habiendo pasado miles de horas sentados en
las aulas en su condición de alumnos, aprendiendo y
observando presumiblemente en qué consiste la enseñanza
[…]. Como estudiantes, conocen lo que es la enseñanza
desde uno de los lados del pupitre y a menudo asumen que
también lo conocen desde el otro lado. Su familiaridad con
la enseñanza es una bendición y al mismo tiempo una
maldición para llegar a convertirse en profesor”
 (Bullough, 2000:102).

Las personas nos constituimos desde experiencias cotidianas a lo largo de nuestra vida. La escuela no solo atraviesa nuestra infancia sino que  emerge como un acontecimiento continuo y prolongado. Su trascendencia imprime inevitablemente huellas imborrables que sustentan nuestro conjunto de creencias, ideas, valoraciones sobre la realidad y desde ese lugar orientan nuestra mirada sobre el contexto circundante.
Volver desde la escritura por este recorrido a través de nuestra biografía escolar actualiza nuestras emociones pero al mismo tiempo habilita para significar esas marcas inscriptas. Su reconstrucción implica darle vida desde la escritura a un punto de vista propio, a una visión tan particular y única como nuestra experiencia, permitiéndo así poner en tensión esas viejas prácticas con los nuevos sentidos. En términos de Araujo:  al ocuparse de la enseñanza, cualquier sujeto que haya asistido a la escuela tiene una perspectiva particular de la didáctica, aunque no sea producto de la reflexión sistemática. Significa que posee conocimientos y valoraciones acerca de la enseñanza, el aprendizaje, el papel de los contenidos y de la evaluación, de una buena o mala enseñanza (Araujo, 2006:15).
En este recuerdo, entendiéndose como volver a pasar por el corazón, las alegrías, las tristezas y los aprendizajes provocan sin proponérselo comparaciones, debates, convergencias y divergencias con los modelos educativos actuales. Nos devela retrospectivamente qué docentes deseamos ser y nos enfrenta con nuestro futuro rol. Sostiene Gimeno Sacristán: en este largo proceso de socialización, se van formando lenta pero decisivamente las creencias pedagógicas, las ideas y teorías implícitas sobre el alumno/a, la enseñanza, el aprendizaje y la sociedad. Son estas creencias y teorías implícitas y sus correspondientes hábitos de comportamiento los máximos responsables de la forma en que el profesor/a actúa e interacciona en el espacio del aula (Gimeno Sacristán y Pérez Gómez, 1993:86).
La biografía escolar, como paso prolongado por distintas instituciones educativas, representa para los docentes un caudal de experiencias personales que es preciso considerar a la hora de entender la docencia y definir su formación profesional. La fuerza de esas vivencias escolares radica precisamente en el hecho de que se han aprendido a lo largo de un tiempo prolongado, en etapas decisivas de la vida y en situación: lo vivido o lo aprendido, al decir de Larrosa (2000), en tanto nos pasa, por oposición a lo que simplemente pasa. Es la experiencia que forma parte de nuestras vidas y, en tanto tal, cobra significación (Huberman, 2000) (Antelo y Alliaud, 2009:53).
Sin lugar a dudas conforma un entretejido de sostén que se convierte en una  herramienta para pensar el fenómeno educativo como una práctica producto de un ensamble socio-histórico de rasgos complejos y desde este lugar construir nuevos escenarios posibles.