El valor de la biografía escolar en la carrera de formación docente
Ps. Patricia Gagliardi
“Los estudiantes llegan
a la carrera de formación de
profesorado habiendo
pasado miles de horas sentados en
las aulas en su
condición de alumnos, aprendiendo y
observando
presumiblemente en qué consiste la enseñanza
[…]. Como estudiantes,
conocen lo que es la enseñanza
desde uno de los lados
del pupitre y a menudo asumen que
también lo conocen
desde el otro lado. Su familiaridad con
la enseñanza es una
bendición y al mismo tiempo una
maldición para llegar a
convertirse en profesor”
(Bullough, 2000:102).
Las personas nos constituimos desde experiencias cotidianas a lo largo de
nuestra vida. La escuela no solo atraviesa nuestra infancia sino que emerge como un acontecimiento continuo y
prolongado. Su trascendencia imprime inevitablemente huellas imborrables que
sustentan nuestro conjunto de creencias, ideas, valoraciones sobre la realidad
y desde ese lugar orientan nuestra mirada sobre el contexto circundante.
Volver desde la escritura por este recorrido a través de nuestra
biografía escolar actualiza nuestras emociones pero al mismo tiempo habilita
para significar esas marcas inscriptas. Su reconstrucción implica darle vida
desde la escritura a un punto de vista propio, a una visión tan particular y
única como nuestra experiencia, permitiéndo así poner en tensión esas viejas prácticas
con los nuevos sentidos. En términos de Araujo: al ocuparse de la enseñanza,
cualquier sujeto que haya asistido a la escuela tiene una perspectiva
particular de la didáctica, aunque no sea producto de la reflexión sistemática.
Significa que posee conocimientos y valoraciones acerca de la enseñanza, el
aprendizaje, el papel de los contenidos y de la evaluación, de una buena o mala
enseñanza (Araujo, 2006:15).
En este recuerdo, entendiéndose como volver a pasar por el corazón, las
alegrías, las tristezas y los aprendizajes provocan sin proponérselo
comparaciones, debates, convergencias y divergencias con los modelos educativos
actuales. Nos devela retrospectivamente qué docentes deseamos ser y nos
enfrenta con nuestro futuro rol. Sostiene Gimeno Sacristán: en este largo proceso de socialización, se
van formando lenta pero decisivamente las creencias pedagógicas, las ideas y
teorías implícitas sobre el alumno/a, la enseñanza, el aprendizaje y la
sociedad. Son estas creencias y teorías implícitas y sus correspondientes
hábitos de comportamiento los máximos responsables de la forma en que el
profesor/a actúa e interacciona en el espacio del aula (Gimeno Sacristán y
Pérez Gómez, 1993:86).
La biografía escolar, como paso
prolongado por distintas instituciones educativas, representa para los docentes
un caudal de experiencias personales que es preciso considerar a la hora de
entender la docencia y definir su formación profesional. La fuerza de esas
vivencias escolares radica precisamente en el hecho de que se han aprendido a
lo largo de un tiempo prolongado, en etapas decisivas de la vida y en situación:
lo vivido o lo aprendido, al decir de Larrosa (2000), en tanto nos pasa, por oposición
a lo que simplemente pasa. Es la experiencia que forma parte de nuestras vidas
y, en tanto tal, cobra significación (Huberman, 2000) (Antelo y Alliaud, 2009:53).
Sin lugar a dudas conforma un entretejido de sostén que se convierte en
una herramienta para pensar el fenómeno
educativo como una práctica producto de un ensamble socio-histórico de rasgos
complejos y desde este lugar construir nuevos escenarios posibles.